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01/12/06 Por Emanuel Grassi
En todo el país se asiste diariamente de manera directa a ver cómo el clamor popular pretende evitar la apertura de dos plantas de pasta celulosa en la ciudad uruguaya de Fray Bentos (frente a las costas del Río Uruguay), por considerarla perjudiciales para el medioambiente y para la salud de las personas. Este
problema con el vecino país pone a la Argentina nuevamente en
una situación de veedor, que no ve, o mejor dicho que ve los
problemas en territorio ajeno. Si bien es cierto que seguramente las
papeleras traerán perjuicios por estos lados, y que a largo plazo
pueden ser devastadores, no menos cierto es que en el país e
incluso en esta ciudad se pueden ver de manera diaria fábricas
que contaminan, ensucian y provocan diversas afecciones en la salud
y en el ambiente. Sabido por todos es que las fábricas en menor o mayor medida trabajan con elementos contaminantes, por esa razón pretender el cierre de las mismas no sólo resulta utópico, si no también imposible. Para reducir la contaminación algo correcto y necesario sería hacer cumplir las leyes de medioambiente, exigir a las empresas que realicen todos los tratamientos posibles y necesarios para reducir el nivel de contaminación, ese es el paso principal para mejorar el nivel y la calidad de vida. Ver la realidad en su totalidad, asumir un compromiso serio en lo relacionado al cuidado de la tierra, el agua, el aire y la salud, por parte de este país, es factor central para que el reclamo a Uruguay no se vea enmarcado como un tema arbitrario y papelonero, que sólo ve la mugre en casa ajena. De otro modo el reclamo, por legítimo que sea, parecerá poco serio y lógicamente se lo podrá vincular con otro tipo de intereses; basta recordar que el gobernador de Entre Ríos hace poco tiempo había sancionado una ley que daba el visto bueno a este tipo de emprendimientos, ley que debió ser derogada cuando estalló el presente conflicto. En el tema papeleras, los cortes de ruta, la imposición de una manera de pensar, y la falta de compromiso en la búsqueda de consenso, desvían la mirada de lo que es indispensable, lograr reunirse los empresarios, los gobiernos de ambos países, gente de organizaciones no gubernamentales, para a partir de allí generar un "ente" de contralor (bipartito) que garantice que las papeleras no sobrepasarán los limites de contaminación y que al mismo tiempo comprometa a las empresas a disminuir los niveles contaminantes con la implementación de nueva tecnología en el corto, mediano y largo plazo. Tal vez este tipo de acuerdos resulte poco probable en tanto y en cuanto en nuestro país las decisiones se tomen mirando encuestas, pensando en elecciones y posicionamientos políticos, porque es cierto que aquí los gobernantes suelen actuar para la tribuna, adoptando posturas populistas vacías de sentido que sólo conducen a generar peleas que nada solucionan. Las relaciones entre Argentina y Uruguay históricamente han sido buenas, siempre ha existido colaboración en la resolución de problemas, el pueblo uruguayo ha desacreditado a su ex presidente Battle cuando realizó una crítica cruda, pero real de este país. Por ello es necesario que nuevamente se retome el diálogo, y se vuelva a una situación de retorno con compromiso por parte de ambos lados, ya que Uruguay tampoco querrá a futuro verse con una avalancha de problemas sanitarios y ambientales. Realizar
un seguimiento bilateral de la actividad de las papeleras, y tomar decisiones
conjuntas en caso de que las mismas afecten el bienestar de ambos pueblos
es la medida adecuada para el caso.
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