Sólo es cuestión de estar en el momento justo y en el lugar indicado para verla venir. Lenta, avasallante e imparable, avanza empujando las aguas del Canal y cubriéndolo con su carga lúgubre y pestilente. Igual que la marabunta –que destruye todo a su paso– la “Marea Gris” no perdona. No da opciones, la única salida es –para el que puede– tratar de alejarse de ella. Su nombre es fruto del temor y la indignación de los vecinos, que tuvieron la desgracia de vivir cerca del “Canal de la 16”. Quizá no es el más apropiado, en el océano una marea es sinónimo de vida y ésta sólo vaticina muerte. Eso sí, en algo se parecen: se repiten día a día, infaltables como la salida del sol o la aparición de las estrellas. Pero la llegada de la “Marea gris” no tiene nada de romántico ni de bueno. Nada más seguir su recorrido, para sentir la bronca e impotencia que ella genera. Hace su primera aparición en calle 45 y vías del San Martín, como un monstruo que sale de las entrañas de la tierra, pero nace en el barrio Villa Industrial Oeste y hay quienes aseguran que en Avenida 2 su olor ya la delata, aunque no se pueda ver. Zigzaguea por otros cuatro barrios antes de llegar al barrio Malvinas, donde toneladas de desperdicios acumulados en el fondo del Canal intentan frenar su feroz arremetida. Solo consiguen quedar cubiertos por el espeso y venenoso manto gris que caracteriza a la Marea. Los vecinos saben que tarde o temprano, ellos también serán alcanzados. Es más, muchos comprobaron –mediante análisis para detectar cromo– que la llevan en la sangre… y el futuro se les hace incierto. En cambio, para la naturaleza que es más débil, el final llega mucho más rápido.

LA MAREA GRIS: Muchos comprobaron –mediante análisis para detectar cromo– que la llevan en la sangre… y el futuro se les hace incierto. En cambio, para la naturaleza que es más débil, el final llega mucho más rápido.

Cuando la Marea alcanza el Río Luján, peces y tortugas que toman la desembocadura como un remanso donde buscar refugio, pagan caro las consecuencias del error. A simple vista se ve cómo nadan desorientados, para luego comenzar a girar de lado y en círculos sobre la superficie, abriendo compulsivamente sus branquias como intentando obtener el oxigeno que el agua espesa y saturada de químicos les niega. Sin duda que los ácidos son los responsables de que se retuerzan ante una muerte que se vislumbra atroz, y ellos mismos –si es que los animales pueden hacerlo– desearán que llegue lo más rápido posible.  Pero ¿quién puede detener a la Marea Gris?, ni intendentes, ni funcionarios, ni políticos, ni años y años perdidos en protestas y reclamos ante la justicia lo lograron. La “Marea Gris” es imbatible, nadie logrará jamás frenarla, si la ve venir sólo corra, múdese o escóndase lejos… pero por favor, si valora su vida, escape pronto de ella.            

* Javier Moleres es integrante de SOS Hábitat