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01/07/11
Opinión: Miserias del gobierno nacional y popular
Conozco la impunidad de sospechar que los asesinos de mi hermana, como de tantos otros, andan entre nosotros. Las consignas del movimiento de Derechos Humanos no se agotaron cuando se acabó la dictadura. Por Patricia Bojorge


 

Pertenezco a una generación que nació a la vida política con la Revolución Cubana que en medio de la resistencia peronista comprobó el ascenso obrero manifestado en el Cordobazo. Nos fuimos haciendo a fuerza de movilización a la lucha contra enemigos  implacables. Desde la JP fuimos entendiendo que López Rega, Osinde, el comando de organización, la temible Juventud Sindical Peronista (brazo de choque de la burocracia sindical) eran parte de un gobierno que nos combatía. Desde la Juventud Peronista  estábamos convencidos de que la movilización popular llevaría a la victoria a una clase obrera sublevada. Fuimos reprimidos y muchos compañeros asesinados aún en el gobierno de Perón y de Isabel.

Pisábamos el barro de los barrios de Mercedes sabiendo que éramos parte de esa clase. Nunca fuimos asistencialistas. El trabajo barrial contenía un fuerte componente de organización, de asambleas que determinaran las necesidades para arrancárselas al  poder. Cada alcantarilla o cada vereda trabajada por aquella JP en los setenta era parte de un trabajo de discusión acerca de quiénes eran los dueños de la riqueza en la Argentina y a qué sectores debíamos enfrentar. Lejos estábamos de las prácticas de aparatos clientelares de hoy, soñamos con un pueblo movilizado, nunca rehén de los punteros. Menos aún del ejemplo patético de un Ustarroz enviando a sus militantes al Barrio Esperanza a pintar los frentes de las casas diciendo “este es un regalo de Juani, señora”. Obviamente ninguno de estos pintores se habrá planteado discutir con los vecinos la necesidad de un salario igual a la canasta familiar.

El Terrorismo de Estado 
Sufrí como tantos el Terrorismo de Estado. La clandestinidad, la huída constante, la desaparición de compañeros, hasta el nacimiento de mi hijo en condiciones de extremo riesgo. Pero peor todavía fue el secuestro de Stella Maris, mi hermana sacada de la casa de nuestros padres una madrugada. Luego vino la búsqueda desesperada de mi padre que en ella también fue secuestrado y torturado. Por primera vez conté esta historia en público hace poco en el marco del día de la memoria en un acto escolar de la escuela Normal, copado por “La Cámpora”, al que no estaba invitada a pesar de trabajar desde hace mucho en el establecimiento. Ingresé al mismo a instancias de Sergio Resquín y pude después de mucho, narrar aquel padecimiento de ver a mi padre volver de la tortura. También pude relatar que junto a mis hermanos comenzamos una investigación que reconstruyó el calvario de Stella Maris, desde que se la llevaron de la calle 11 hasta el centro clandestino de detención “La Cacha” en La Plata. Nuestra investigación nos permitió determinar que mi hermana fue enterrada como NN en el cementerio de aquella localidad para que sus restos estén hoy en Mercedes.

Conozco de cerca la impunidad de sospechar que los asesinos de mi hermana, como de tantos otros, andan entre nosotros. Sé que las consignas del movimiento de Derechos Humanos no se agotaron cuando se fue la dictadura. Supe rápido que entre mi hermana y Darío Santillán había muchos lazos. A ella se la llevó un grupo de tareas y a él las balas de la Bonaerense en una democracia formal, que siguió violando los Derechos Humanos en general.

La cooptación fue el método
Es por eso que la perversa acción del gobierno de cooptar a los organismos de Derechos Humanos se me antojó mas pérfida aún cuando Kirchner, buscando generar un discurso  que le permitiera construir un poder que no tenía, se abrazó a las Madres. Justo él, que no abrió la boca ante el indulto menemista. Pero como un gobierno surgido tras el argentinazo del 2001 se trataba de cooptar de manera simbólica a los movimientos de resistencia que el pueblo había gestado, otro tanto hizo con parte del movimiento piquetero. Integrarlos al Estado fue la consigna del kirhnerismo por entonces. La figura de Hebe fue utilizada para la foto. Pero no fue extraño entonces que Bonafini no abriera la boca ante la desaparición de Jorge Julio López, o la desaparición de Luciano Arruga  a manos de la Bonaerense. Ni siquiera Hebe de Bonafini pudo estar entre los miles que repudiaron el asesinato de Mariano Ferreyra a manos de la patota de Pedraza, hombre del sindicalismo empresarial con fuertes lazos con el gobierno nacional. Justo ella que históricamente había denunciado a la burocracia sindical, que llegó a apuntar en el pasado a Moyano como entregador de compañeros a la represión, pero ahora estaban en la misma vereda: la del gobierno que se dice “Nacional y popular”.

La asociación Madres de Plaza de Mayo se integró al Estado y paso a ser fundación, figura jurídica ideal para los negociados de Shoklender, un personaje que organizó una trama nefasta de punteros al servicio de sus empresas y del gobierno kirchnerista.  Estos operaron también en el Indoamericano, donde las Madres nada dijeron de la represión brutal tanto de la Federal como de la Policía de Macri.

Se podrían seguir enumerando casos de violaciones a los más elementales Derechos Humanos en los que Hebe de Bonafini se llamó a silencio para no ser “funcional a la derecha”, como le gusta decir a algunos funcionarios y escribas kirchneristas. La masacre de los Tobas por parte de la Policía del gobernador de Formosa para seguir despojando a los pueblos originarios de sus tierras en beneficio de los sojeros no mereció ni un comunicado de repudio por parte de este otrora organismo de Derechos Humanos independiente. En definitiva, Gildo Infran será lo que será pero es K.

La maniobra de cooptación ha terminado en un escándalo, donde no sólo los millones  girados a la fundación se perdieron, lejos de solucionar el problema de la vivienda sino también reproduciendo las peores prácticas punteriles y clientelares.

Milito desde hace años en el Partido Obrero, luchamos desde siempre contra la patota sindical que también está integrada al Estado que nos arrebató a Mariano Ferreyra, denunciando la tercerización de los ferroviarios. Sigo reivindicando las banderas del juicio y castigo a los asesinos de ayer y de hoy, porque los 30.000 desaparecidos   fueron víctimas del Terrorismo de Estado, pero una larga lista de luchadores cayó en estos tiempos “democráticos” y son miles los procesados por luchar contra toda forma de injusticia.

Construimos un Frente de Izquierda para darle a la clase obrera una alternativa para romper con los partidos que, como siempre, pretenderán que la crisis la paguen los trabajadores.

* Patricia Bojorge es docente, candidata a consejera escolar por el Frente de Izquierda y los Trabajadores.

 

 

 

 

 

 

   

 



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