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27/06/14
Opinión: Difícil es hablar de Mercedes
Hablar sobre un terruño, cualquiera sea, es tarea difícil. Debemos revitalizar el debate democrático, consolidar la institucionalidad, acercar mucho más las autoridades y dirigentes políticos y sociales a su pueblo. Por Oscar Dinova


 

 

Hablar de Mercedes, es como abrazar el horizonte, es atrapar el viento, es casi una tarea imposible.

No sólo de Mercedes, hablar sobre un terruño, cualquiera sea éste, es una tarea difícil, un recorte en el tiempo, un instante de eternidad.

Mercedes tiene su historia, claro, y sobre ella han escrito e investigado muchos grandes profesores, periodistas e historiadores, que nos han esclarecido con holgura sobre nuestro nacimiento y evolución.

Les estaremos siempre agradecidos por sus trabajos y reflexiones.

Ese origen un tanto disperso que tuvimos, ese nacer en etapas, fue quizás una señal del destino. No un día preciso, no un acto de inauguración con pompas y cortes de cintas. Un proceso, una construcción.

Eso somos. Un camino.

Prefiero pensarnos así, como un punto de partida que fue incorporando protagonistas, personas, pueblo, roles diferentes, defensa, rutas, producción, centro administrativo del oeste, construyendo paso a paso su trayectoria, sumando familias e instituciones.

Fuimos naciendo y creciendo a través del tiempo, poco a poco.

Y de pronto de a oleadas y empujes fantásticos, como la llegada del tren, -de los trenes- y de nuestros abuelos inmigrantes, que venían a construir sus sueños en estos pagos.

La educación laica, gratuita y obligatoria nos dio un enorme impulso, hasta convertirnos en centro obligado de la formación de maestros normales de infinidad de partidos, vecinos y no tan vecinos.

Otras instituciones se instalaron y se afianzaron dándonos un perfil propio; magisterio, unidad penal, la justicia, ejército, luego gendarmería, los servicios sociales, tributarios y sindicatos, entre muchos otros.

Ya no era el nacimiento, era el crecimiento.

Las industrias propias, los comercios, las iglesias, los clubes, le daban un tinte, un dinamismo, una circulación y muchas esperanzas de poder llegar lejos, muy lejos.

Pero Mercedes es también nuestro país.

Nos tocaron derrotas, fuimos la Perla del Oeste pero NO la Capital de la Provincia.

Y nos llegó como al resto de los argentinos perder la democracia y parte de nuestras riquezas y servicios.

Así, nuestros mayores debieron soportar gobiernos autoritarios, la década infame, los repetidos golpes de estado, prohibiciones políticas y sociales, la censura y porque no decirlo, acostumbrarse a la desesperanza. Y no un par de veces, demasiadas veces.

Transcurrieron generaciones sin poder votar ni asociarse libremente, las frustraciones se acumulaban y repetían.

Sufrimos no sólo las dictaduras, también las injustas decisiones de presidentes constitucionales que no estuvieron a la altura del renacer democrático.

Vimos pues, desarticularse los tres ramales de trenes que nos llenaban de orgullo, fuimos el lugar al que nunca llegó el Mercado de Hacienda, nuestras escuelas debieron luchar a brazo partido por mantener una calidad de excelencia que conocimos y no logramos mantener.

No es fácil, nunca lo es, tomar conciencia.

Saber que nacimos en definitiva, para protegernos de los habitantes de estas tierras. Saber que fue una lucha violenta, que hubo víctimas.

No fue fácil tampoco para las generaciones actuales aprender, que las instituciones sanmartinianas que fueron llevadas a enfrentar a sus hermanos y poner en práctica un genocidio, tenían en un convecino a su máximo representante.

Pero esto somos y aquí estamos.

Elijo vernos como una síntesis de todo lo vivido y lo sufrido.

Y que tenemos mucho por delante para conquistar y construir.

Ahora al amparo de la república, de la democracia.

Los problemas deben ser desafíos. Los rivales, quienes nos ayudan a pensar errores propios. Las falencias; una oportunidad para ser mejores.

Nos falta mucho; debemos revitalizar el debate democrático, consolidar la institucionalidad, acercar mucho más las autoridades y dirigentes políticos y sociales a su pueblo, escuchar sus necesidades pero también sus aportes e ideas, que nos deberían enriquecer porque emanan del sentido común popular.

Por suerte ahora, podemos hacerlo como hermanos, codo a codo.

Pensarnos, no sólo como una ciudad cabecera, sino como un partido.

Tener siempre presente que en la riqueza del campo está también el progreso de la ciudad de Mercedes.

No hay objetivos de máxima solamente; recuperar la cordialidad entre nosotros, hacer un lugar más amable para vivir, querernos más y tratarnos mejor, también es importante. Los gestos de bondad cotidianos, he ahí un pequeño tesoro que nos podemos regalar.

Pero hay prioridades por supuesto.

Mejorar los servicios esenciales, proteger a la niñez y los ancianos, cuidar la belleza de este lugar y muchos otros temas trascendentes, es tarea de todos aquellos que tienen niveles de responsabilidad y decisión, pero debemos acompañarlos desde una civilidad activa, protagonista.

Para ello, Mercedes siempre tuvo y tiene los mejores atributos en su gente. Talentosa, creativa, trabajadora. Tenemos infinidad de ejemplos de artistas, deportistas, científicos, profesionales, chacareros, quinteros, trabajadores públicos y privados, empresarios que generación tras generación renuevan la apuesta y salen a construir sus sueños.

Debemos apoyarlos para que cada uno de ellos, sean nuestros estandartes.

No sin diferencias, sino con nuestras diferencias.

Les decía al comenzar que es difícil hablar de un lugar, de una totalidad como lo es Mercedes. Es pretender resumir las historias de todos nosotros.

De eso se trata en suma.

Mercedes es en definitiva nuestra historia. La del pasado lejano, la del fortín y el camino de la sal, pero también la de nuestros abuelos y padres, la nuestra propia, nuestra infancia, escuelas, juegos, barrio. Acá hemos visto nacer a nuestros hijos, los vemos crecer y desarrollarse. Acá conocimos los amigos de toda la vida.

Mercedes nos pertenece y le pertenecemos. Por eso la disfrutamos y por eso la sufrimos. Nos emociona su nombre cuando estamos lejos y nos duele el dolor de nuestros vecinos.
Lo que quiero decirles es que está viva, con toda su historia a cuestas.

Y que esa historia nos está demandando grandeza y humildad.

Sabiduría y responsabilidad. Dejar egoísmos estériles. Ser solidarios.

En definitiva amor, cariño a este lugar, que es nuestra identidad.

El lugar que definitivamente nos legaron nuestros padres.

Ojalá podamos honrar esta distinción.

* Oscar Dinova es vecino de la ciudad, escritor. Fue invitado a decir estas palabras en su discurso del 24 de junio pasado, en el acto por los 262 años de los orígenes de Mercedes.

 

 

 

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