11/02/07
Si se trata de hacer un ranking de disconformidad de los mercedinos ante el servicio de transporte de pasajeros, la empresa Atlántida con su línea 57 que hace el recorrido de ida y vuelta entre Mercedes y Plaza Italia, en la Ciudad de Buenos Aires, cumple las condiciones para estar en el podio. Este triste privilegio lo obtiene con frecuencias que no siempre se respetan, viajes incómodos para ir parados rebosando los pasillos y hasta en la puerta en un mismo colectivo casi un centenar de personas, máquinas que en vez de cobrar se tragan las monedas, no respeto a las señales de tránsito ni a las velocidades de circulación permitidas, así como la falta de paradas en poblados de su recorrido (tal el caso de Altamira, sobre la ruta 5) son algunas de las falencias que cualquier persona de esta ciudad que emprenda su viaje hacia la capital del país o quiera llegar de la misma hacia Mercedes o alguno de los destinos por los que se puede optar en el recorrido, resulte una odisea. En este marco, las quejas de los usuarios no cesan ante un servicio notoriamente deficiente y con poco respeto al pasajero. El sábado por la tarde un chofer llegó a acusar a un pasajero de no haber insertado las monedas correspondientes en la ranura de la máquina ante una falla de esta, que era reclamada. “¿Para qué apreta el botón rojo?”, preguntó el conductor del vehículo 79 de la numerosa flota al pasajero. Este, por no discutir demasiado ya que otros esperaban en fila poder subir al micro en la parada siguiente, decidió poner una a una todas las monedas que tenía en sus bolsillos para completar el total que la máquina expendedora exigía. “¿Si el botón rojo no hay que tocarlo para qué está?”, se preguntaba para sus adentros el usuario. “La máquina funciona perfecto. Usted no puso las monedas”, espetó ante las dudas del pasajero sobre el funcionamiento de la máquina el chofer, algo nervioso y seguramente tan maltratado como los usuarios por tener que manejar en esas condiciones, sin un lógico asistente que cobre al pasaje, como debería ser. Con tal de ahorrar en recursos humanos todo es posible. Y las víctimas no sólo son los pasajeros. Parados y sin paradas Luego, todos empezarán a subir y acomodarse como pueden. Parece un viaje de ganado en ciertos casos, pero las vacas en los camiones rumbo al matadero tienen más espacio para moverse y no sufren la falta de baños que los usuarios del 57 sí sufren en tres horas de viaje, ya que no pueden hacer sus necesidades encima.
Y, por último, si el viajante pretende bajarse a la ida o a la vuelta en la localidad de Altamira, cuyo ingreso es por la ruta 5, en el Partido de Mercedes, descubrirá (¿con sorpresa?) que la línea 57 “no observa parada en el lugar”, tal cual informan. Más allá de todos estos problemas, la 57 ejerce desde hace muchísimos años un servicio monopólico sin competencia en un recorrido que tiene en medio a la ciudad de Luján, cuna turística religiosa a la que los fieles llegan a rezarle a la virgen, patrona de la República Argentina. Mientras, la Comisión Nacional de Regulación de Transporte debería seguir acumulando fojas de denuncias y quejas de usuarios de esta línea ya que instan a realizar sus reclamos a través del teléfono gratuito 0800-333-0300 (aunque este sólo funciona de lunes a viernes de 8 a 20 horas), y también propician exponer quejas sobre el transporte en el propio sitio web del ente regulador.
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