José Mario Suárez hace más de 30 años que tiene el trencito de paseo conocido como “La Gallina Turuleca” y que es nuevamente parte del paisaje urbano de Mercedes por estos días, en que parte cada tarde desde la Plaza San Martín.

Antes era de un vecino de apellido Ponce, al que Suárez se lo pidió para trabajar en los barrios por un tiempo, ya que necesitaba hacer algo para subsistir. “Se lo pedí varias veces y se rompía, por lo que yo lo arreglaba. Hasta que una vez fue a mi casa a vendérmelo, pero yo no tenía con qué comprárselo. Y como no se iba recuerdo que lo invité a comer y en eso llegó un amigo y me ayudó a comprarlo. Lo empecé a trabajar entonces, lo restauré, le arreglé las lámparas, fui a distintos lugares como Navarro y Lobos y empecé a salir a Tapalqué, Saladillo, Benito Juárez, entre otras ciudades. Agarraba por la ruta 2, despacito, a 25 por hora cuidándolo siempre”, comenta.

“Pepe” Suárez anduvo por muchos lugares con el conocido trencito, al que lo mantiene como estaba cuando lo compró y aloja a unas 60 personas en sus vagones. Actualmente el recorrido de paseo que realiza es por avenida 29 hasta 40, de ahí a la 17, luego a la 16, por esta a la 23, de allí a la 12, y luego a la calle 25 hasta la 24 y 29, donde está parado frente a la Iglesia Catedral frente a la plaza San Martín.

“Este es el primer año en que estoy en donde yo nací, contento y alegre porque la gente viene. El trabajo que hago en la plaza San Martín es el mismo que hago en las ciudades de alrededor. A los chicos les gusta mucho, viene la gente grande, los ancianos, los abuelos. Siempre me llama la atención cómo a la gente le gusta andar en el trencito”, dice.

El trencito estará en Mercedes una semana más y luego paseará por Carmen de Areco y Rojas, para regresar en un mes más a esta ciudad: “Aquí la gente es muy amable, al contrario de lo que dicen que los mercedinos son ‘un vinagre’. Aquí son todos amables y simpáticos, y nunca tuve un problema. Manejando trato de guardar mi lugar y de dar paso a la gente que está trabajando, como son las ambulancias, los remiseros o los bomberos”, cuenta sobre el recorrido que tarda aproximadamente 25 minutos.

Algunos de sus clientes anduvieron de chicos en el trencito y ahora regresan a dar un paseo con sus hijos. “Yo cuando era niño andaba pidiendo en las calles porque no tenía nada, y aprendí de la gente que da a dar. Por eso a cada lugar que voy me arrimo a los comedores. Me ha pasado que se me acercan mujeres con lágrimas en los ojos y recuerdan que yo las visitaba cuando eran chicas en esos lugares. También me encontré con un muchachito en silla de ruedas que cuando me vio empezó a dar vueltas en trompos, porque cuando era chico yo siempre lo cargaba en brazos y lo subía a un vagón”, recuerda.

“Yo siempre digo que el trencito es un juguete mío y la gente lo quiere”, completa Suárez antes de partir en un nuevo viaje de paseo, cuyo costo es de 3 pesos.