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27/11/08
Opinión: Los espejitos de colores de los Kirchner
El plan ilusionista del Gobierno nacional. La devaluación masiva está en la carpeta oficial. No es cierto que la salida a la crisis capitalista deba pasar por el rescate de los capitalistas. Por Jorge Altamira

 

Los blanqueos de capitales dispuestos por el gobierno, así como el anuncio de un enorme plan de obras públicas, están sacados del arsenal del ilusionismo. En este caso, la Presidenta y su corte buscan distraer al público de aquello que realmente importa: la fuga de capitales, la presión de los capitalistas para devaluar fuerte el peso, y los despidos y suspensiones que crecen de día en día. Es claro que cuando se han ido del país unos 28.000 millones de dólares desde mediados de 2007 y nada menos que 6.000 millones de dólares en los últimos cuarenta y cinco días, los capitalistas no van a hacer cola para repatriar ese dinero porque se les otorgue un perdón impositivo.

Tampoco van a blanquear a trabajadores que tienen la intención de despedir, porque en ese caso les van a tener que pagar indemnizaciones cuando los echen. Todo el mundo puede ver cómo las patronales están aprovechando el trabajo precario para cesantear sin contemplaciones a los contratados con costo cero (ni siquiera son defendidos por los sindicatos). Los 70.000 millones de pesos que se anunciaron para obras públicas fueron copiados de las fantasías anunciadas por los gobiernos de otros países, con la misma finalidad de engatusar a la opinión pública. La mayor parte del anuncio está encarpetado desde hace tiempo y la que resta carece de financiación. La única plata que circula a nivel mundial va al rescate de los banqueros y de los especuladores financieros, y a nivel nacional financia la fuga de capitales.

(La ley permite blanquear capitales sin necesidad de que entren al país. Es más escandaloso que el que Cavallo sacó en los comienzos de la convertibilidad. El blanqueo tiene otro objetivo: la impunidad frente a los desfalcos y los fraudes impositivos en que está envuelta buena parte de la clase capitalista. El kirchnerismo tiene la esperanza de apaciguar a la burguesía y sus reclamos a favor de una hiperdevaluación ofreciéndole como compensación este manto de olvido.)

Devaluación
Como ocurre en los eventos como el que organizó la UIA, la Presidenta conocía de antemano lo que iban a plantear los patrones en el discurso oficial. En este caso, el matrimonio oficial sabía que le iban a reclamar la devaluación del peso (llevarlo a 4 por dólar, según Lascurain, el presidente de los industriales, para de ahí en más seguir con minidevaluaciones). Es así como la patronal pretende reducir los salarios reales y aumentar su tasa de beneficio, no con perdones impositivos que en nada interesan a una clase social de evasores patológicos. Pero la Presidenta no recogió el guante, no polemizó con sus anfitriones, ni dijo que rechazaba la maxidevaluación del peso como alternativa al plan en curso; o sea que la devaluación masiva está en la carpeta oficial. Pero una maxidevaluación del peso será también la señal para una estampida inflacionaria, que volverá a hacer añicos los salarios. En este caso, tendremos un 2001 con yapa y una fuerte tendencia a la inestabilidad política.

Los patrones de la UIA vocearon su reclamo devaluacionista sin considerar que le hacían eco, delante del gabinete, a los opositores del kirchnerismo. González Fraga, del ala de Lavagna, y Prat Gay, de Carrió, reiteran la necesidad de devaluar cada vez que les ponen un micrófono al frente; ahora cuentan con el ‘auxilio' de Domingo Cavallo, quien está operando, como ya lo hizo en el pasado, entre los asesores financieros de Obama y la banca norteamericana. Esta oposición al kirchnerismo, de cuño patronal, se viene con ‘un pan bajo el brazo’: un préstamo de ‘estabilización' del FMI, como los que se han dado a Hungría, Ucrania y Pakistán, y como el que se está discutiendo con Turquía. En todos estos casos, el FMI impuso un plan de austeridad brutal, que incluye la reducción nominal de los salarios de los empleados públicos; de todos mo! dos, no logrará ‘estabilizar' nada, porque la fuga de capitales de los ‘países emergentes' es ya una estampida. El gobierno kirchnerista quiere evitar este trance, porque podría costarle la caída; por eso procura financiar la economía y el pago de la deuda pública con la plata de las AFJP y otras medidas intervencionistas. Un plan del FMI también podría llevar a la quiebra a una parte de la burguesía, incluso a capitales sojeros pequeños y hasta medianos, aunque beneficiará a los grandes fideicomisos agrarios y a los pulpos exportadores. Mientras tanto, sin embargo, la fuga de capitales prosigue y las condiciones para evitar una maxidevaluación se deterioran. También sigue la fuga de capitales en Brasil y la devaluación del real; en un punto de este proceso, la estantería intervencionista del gobierno va a volar por los aires.

Con una fuga de decenas de miles de millones de dólares, es claro que una maxidevaluación sería un negociado para los que procedieron a esa fuga. Solamente en el mercado de futuros del dólar se están negociando cerca de 10.000 millones de dólares a un tipo cercano al oficial, y que en caso de devaluación masiva se quedarían con la diferencia. A cuatro pesos sacarían un beneficio de 70 centavos por dólar, o sea 7.000 millones de pesos, y a 4,50 el beneficio sería de 12.000 millones de pesos. Los especuladores en el mercado de futuros están presionando por la devaluación.

Otro que sacaría una tajada de la devaluación sería un viejo protagonista de estos asuntos sucios, el grupo Techint, que ha visto caer el precio del acero en el mercado internacional en un 60% y que está amenazado por la competencia de las acerías chinas.

Salida
Mientras la conspiración devaluatoria se desenvuelve con mayor o menor caradurez, los progres y la burocracia sindical les dicen a los trabajadores que todo está bajo control y que los despidos solamente serán temporarios y que se arreglarían en un par de meses. La campaña de apaciguamiento de los obreros tiene unido al gobierno, a los capitalistas y a los opositores patronales. Una respuesta enérgica de la clase obrera desbarataría las tentativas de volver a desangrar a los trabajadores con el pretexto de una crisis.
No es cierto que la salida a la crisis capitalista deba pasar por el rescate de los capitalistas y por la desvalorización de los salarios y la desocupación. Por lo pronto, ya se han gastado, a nivel mundial, billones de dólares en operaciones de rescate al capital, y ello sólo ha agravado la crisis capitalista al provocar un derrumbe fiscal y una desvalorización de la mayor parte de las monedas y, por sobre todo, una colosal recesión económica. El déficit fiscal de Estados Unidos, para 2009, se estima en 1,5 billones de dólares (el 11% del PBI de ese país) y los despidos han alcanzado al millón de trabajadores en siete meses. La compra, por los bancos centrales, de activos invendibles en poder de los bancos ya no se puede hacer mediante el canje por bonos emitidos por el Estado y, de aquí en más, requerirá la emisión directa de dólares, libra! s y euros; por lo tanto, provocará otra ronda, aún mayor, de devaluaciones, e incluso el colapso del sistema monetario. La salida a la crisis rescatando a los capitalistas con dinero público ha agravado la crisis.

No solamente los trabajadores sino toda la sociedad requieren, entonces, otra clase de salida: la que pasa por la defensa del trabajo, de los salarios, de la educación, la vivienda y la salud. En esa dirección hay que orientar los esfuerzos. La bancarrota capitalista debe ser resuelta mediante la nacionalización sin indemnización de los capitalistas quebrados, tanto de los bancos como de sus acreedores capitalistas (fondos de inversiones de diverso tipo, monopolios de seguros). La situación del trabajo debe ser resuelta mediante el reparto de las horas de trabajo sin afectar el salario y un plan de obras públicas al servicio de la mayoría (educación, vivienda, salud, infraestructura) bajo el control de los trabajadores, para reactivar el desarrollo de las fuerzas productivas. Con estas reivindicaciones y perspectivas, los trabajadores debemos impulsar reuniones, discusiones y debates con vistas a ! un plan de lucha contra la ofensiva patronal y por una salida obrera.

Nacionalismo, imperialismo, socialismo
El kirchnerismo juega su suerte al intervencionismo estatal, en contraste con los Macri, Carrió y Duhalde, quienes apuestan a una salida con el FMI. Pero el intervencionismo kirchnerista es harto limitado: no toca a los bancos (que son el canal de la fuga de capitales) y orienta el dinero de las AFJP nacionalizadas al pago de la deuda pública y a mantener el esquema de negocios de las AFJP privatizadas. No pone coto a los despidos; por el contrario, busca legalizarlos con los recursos preventivos de crisis. A corto o mediano plazo, esta política debe colapsar como consecuencia de la fuga de capitales, tanto en Argentina y aun más en Brasil. La caída que ya se manifiesta en la recaudación tributaria barrería los mayores ingresos fiscales de la estatización previsional en corto tiempo. El nacionalismo oficial y sus métodos ‘estatistas' no están a la altura de las dimensiones históricas de la crisis mundial. La clase obrera debe armar su propia alternativa política, denunciando los límites del intervencionismo del kirchnerismo y combatiendo los daños que inflinge a los trabajadores, pero también desenmascarando el carácter proimperialista de la oposición igualmente patronal, que ya está preparada para actuar como agente del capital financiero internacional.

La crisis mundial ha forzado a todas las fuerzas capitalistas -oficiales u opositoras- a innumerables virajes e improvisaciones, y a cargar con su fracaso. No hay nada que esperar de ellas, más que sufrimientos y miserias, y renovadas crisis sociales y políticas. Sobre el andarivel estratégico del derrumbe capitalista mundial llamamos a construir los otros andariveles de una victoria: una conciencia de clase de la presente situación histórica y organizaciones obreras independientes que nazcan de la lucha o se renueven con la lucha, y lleven a la lucha a millones de trabajadores.

Nota editorial de Prensa Obrera, periódico del Partido Obrero, Nº 1065

 

 

 

 

 



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