En las primeras horas del 2 de julio de 1977 un grupo de tareas, encapuchados, fuertemente armados abandonaba la casa de la familia mercedina Bojorge en la calle 11 de nuestra ciudad. Atrás dejaban no sólo un panorama aterrador de destrozos, atropellos, miedo e incertidumbre sino también se llevaban consigo a Stella Maris Bojorge, una de las integrantes de la familia, que fue apresada y secuestrada en aquella madrugada.

Aquel primero de julio antes de la medianoche  la patota represiva irrumpió en la casa  de la familia Bojorge encontrándose en ella además de Stella Maris, cinco de sus hermanos, un cuñado, sus padres y una sobrina a la que al día siguiente se le celebraría  su primer año de vida. Según el relato del padre de Stella Maris ante la CONADEP “los hombres fueron encerrados en una de las habitaciones de la casa, les ataron las manos y los pies y cubrieron sus rostros con fundas. Posteriormente fueron atados a los elásticos de las camas. Las mujeres fueron encerradas en el baño y otras habitaciones de la casa. Stella Maris mientras tanto era sometida a un violento interrogatorio en el que los parapoliciales pretendían conocer el paradero del novio y un amigo de la joven Bojorge, ambos estudiantes universitarios. Otra de las hermanas de Stella Maris que llega a la casa ya en las primeras horas de la madrugada del 2 de julio, se transforma en la última en verla con vida cuando sin percatarse de la situación presencia la retirada del grupo de tareas y escucha las palabras: “Chau Ale, deciles que me llevan”.

Stella Maris Bojorge tenía en el momento de su secuestro 23 años. Era egresada de la Escuela Normal Superior Justo José de Urquiza, terminando el secundario en la promoción  1971, ingresando posteriormente en la Universidad Nacional de La Plata.

El calvario de la familia Bojorge comenzaba aquella madrugada. El padre de Stella Maris fue extorsionado por los captores de su hija, que le propusieron canjearla a cambio de información acerca del paradero de otro familiar. El señor Arturo Carlos Bojorge es posteriormente secuestrado y sometido a torturas durante un día entero, el 31 de agosto de 1977, para que proporcione datos acerca de las personas que los represores  decían buscar. Tras estas sesiones de torturas el padre de Stella Maris fue liberado en las proximidades de la localidad de Open Door, cerca de Luján, no sin antes repetirle que “nunca volvería a ver con vida a su hija”.

El padre de Stella Maris continuó su desesperada búsqueda en medio de las condiciones terribles de la dictadura militar, que seguía asolando el país. De nada valieron las gestiones ante la Iglesia Católica, cuyas máximas autoridades se negaron a recibirlos.

Luego de la huida de la dictadura militar pudo establecerse a través de testimonios de sobrevivientes que Stella Maris estuvo secuestrada en el centro clandestino de detención conocido como “La Cacha”, ubicado en la ciudad de La Plata. Pudo conocerse así mismo que la misma suerte corrió Carlos Alejandro Weber, joven por el que inquirían los represores la noche de su secuestro.

Durante más de 30 años el paradero de los restos de Stella Maris fue incierto. Nunca los poderes del Estado avanzaron en determinar no sólo los responsables de su secuestro, desaparición y asesinato, sino también en determinar el destino de su cuerpo. Sólo la decisión de sus hermanos de investigar y reconstruir cada uno de los momentos de su cautiverio, encontrando como agujas en un pajar, testimonios de varios sobrevivientes  permitieron determinar que Stella Maris podía estar entre 8 cuerpos ingresados al cementerio platense en la madrugada del 22 de septiembre de 1977. Con los datos reunidos por la familia se pudo solicitar la exhumación de estos ocho cuerpos enterrados como NN, iniciándose los estudios de ADN para determinar la identidad. Uno de esos cuerpos aún llevaba el pulóver con el que sus familiares la vieron salir a Stella Maris  aquel 2 de julio. Posteriormente los estudios genéticos confirmarían la identidad de Stella Maris Bojorge. Desde el  8 de marzo de 2008  sus restos descansan en la bóveda de la familia en el cementerio de Mercedes.

Al cumplirse un nuevo aniversario de su secuestro, Tribuna Docente no sólo pretende evocarla como una compañera víctima del terrorismo de Estado sino que también queremos verla, recordarla y tenerla presente como una luchadora más de los tantos compañeros que han caído por sostener la necesidad de enfrentar los poderosos intereses económicos que han venido gobernando el país. Pretendemos en ella ponerle nombre a una cifra que puede transformarse en fría y estadística: los 30.000 desaparecidos. La historia de Stella Maris y de su familia nos arrima más a todas las víctimas de la dictadura militar asesina. Sabemos que todavía algunos pretenden negar la verdad histórica porque les resulta incómoda, pues los obliga a repensar el rol no sólo de las fuerzas armadas sino también de tantos colaboracionistas civiles que fueron cómplices por acción o por omisión. Sabemos que algún puñado de dinosaurios mascullan su bronca (incluido algún docente) ante cada homenaje o clase alusiva a los compañeros  desaparecidos, pero ahí está la victoria de la verdad histórica: no pueden hacerlo en voz alta y de frente, sólo pueden ocultarse en el anonimato pobre y miserable.

Juicio y castigo a los asesinos de ayer y de hoy. Aparición con vida de Jorge Julio López.

TRIBUNA DOCENTE.