A partir de una búsqueda que comenzó en diciembre del año pasado y fue promovida por este medio, y luego redifundida en radios de la ciudad, la comunidad de ex alumnos y docentes del desaparecido Hogar agrícola “José Rafael Torello” –también conocido como “el pequeño cotolengo”– de la Congregación “Don Orione”, se reunió este mediodía en el club Defensores, de calles 39 entre 12 y 10, donde entre recuerdos, emoción y anécdotas varias compartieron un almuerzo.

Todo comenzó con la búsqueda de Domingo Llancamán, quien fue pupilo de esa institución en la década del 70 y hoy, agradecido, quiso encontrarse con las docentes que lo ayudaron a encaminar su vida, y de paso con quienes fueron sus compañeros en una institución que ya no existe.

Este sábado al mediodía en un clima emotivo de a poco fueron llegando desde distintas ciudades de la zona viejos conocidos que hacía mucho no se veían, para ser parte del encuentro.

En medio del reencuentro en la ciudad de Mercedes, Llancamán destacó su alegría: “Estamos con las cinco docentes, Nelly Zetti, ‘Chola’ Beneitez, Delia Ferreto, María Elena Tempone y Marta Bragado. Algunos compañeros no pudieron venir por las distancias pero en breve estaremos reuniéndonos otra vez, convocándonos por Factbook”, explicó y recordó que desde el año 1972 a 1974 estuvo en el Hogar Torello: “Este lugar está cerrado y entendemos que ahora lo deben rehabilitar. A mí me han formado con las herramientas necesarias, y gracias a eso, a esa formación espiritual e intelectual, hoy en día tengo una muy buena familia y soy abogado”, dijo.

“Desde hace tiempo con algunos tenemos comunicación telefónica y por Internet, pero hoy nos damos un abrazo”, contó este ex pupilo que vive en Merlo con su esposa y sus 4 hijos. “Esto es parte de mi infancia, y le agradezco a las maestras por la formación recibida. Gracias a estas maestras y los curas que me formaron pude desarrollarme y lo que me dieron me sirve para mí y para mis hijos”, expresó y se mostró “con melancolía” ante el cierre de este hogar de pupilos: “Salvaba muchas almas, y hoy se ve en la realidad que a falta de instituciones como esta hay una gran problemática con los jóvenes. Yo fui siendo ‘un indio de la calle’ y ni bien llegué me ocuparon todo el día con estudio, trabajo y deportes. Le dieron el cambio que necesitaba a mi vida. Hoy vemos que hay un ocio haragán, y que los chicos deben estar ocupados”, dijo en el marco del encuentro en el que estuvieron compartiendo un almuerzo y buenos recuerdos, con la idea de volver a reunirse antes de fin de año en una reunión más amplia.

Por su parte, la docente Delia Ferreto, que también fue parte del reencuentro, comentó: “Es una lástima que esta institución ya no exista. En aquella época fue muy productiva, y hoy vemos esto que nos reconforta. Hay que aprovechar ese lugar en actividades para los jóvenes, pero está abandonado. Esta fue una etapa de mi vida que me quedó grabada, ya que el trabajo del docente implica que uno se familiarice mucho con lo que vivió. Yo incluso me casé y bauticé a mi hijo en el Hogar Torello”. Además, cuestionó que tras su cierre no se abrió un lugar similar ni se estudió cómo mejorarlo: “La solución fue entregar los chicos a la calle, lo que no es solución. En algunas provincias funciona este tipo de hogares, que son una manera de proteger a los chicos y hoy se podría trabajar con psicólogos y un equipo. Pero no vemos que haya voluntad de hacer algo y de ayudar a los que menos tienen”.

Ferrero, recientemente jubilada tras ser directora de la Escuela 20 de Gowland, recordó que la rutina en el Hogar Torello era levantarse temprano, hacer el tambo con los chicos, ir a la escuela por la mañana, luego almorzar, después jugar al futbol y hacer distintas actividades como carpintería, escobería, huerta, cría de cerdos. Cada uno tenía su quehacer. En el lugar, incluso producían sus propios alimentos para autoconsumo. “Es muy loable lo que hizo un ex alumno, Domingo Llancamán. El apareció aquí, comenzó a convocar, luego nos reunimos en la casa de Chola Beneitez y decidimos juntarnos aquí el primero de mayo. Sería lindo que todos los años nos volvamos a juntar y que algún día lo que fue el hogar sirva para algo para los chicos, que hoy están abandonados en las calles”, completó esta docente jubilada que integra la Confederación de Educadores Argentinos como congresal.

Por último, Magdalena “Chola” Beneitez recordó que siempre los primero de mayo había una fiesta de la comunidad en el Hogar Torello: “Venían las familias de los chicos, los sacerdotes, venían todos. De los sacerdotes el padre Rafael Boy queda vivo, está en Italia, lo he contactado y espero que me responda. De esa época del 71 a 77 es el último sacerdote que queda vivo”, destacó y recordó la figura de Juan Cano, conocido como “el cura gaucho”: “El era muy comprensivo de la problemática. Yo tenia 19 años y era docente y tenia alumnos de mi edad o más grandes. También estaba el padre Rafael que nos cuestionaba para qué mundo los estábamos preparando. Tenían que salir a la sociedad y los teníamos que preparar, con una serie de libertades que era la preparación. Y como dice Domingo Llancamán, de a poco se los preparó a no depender de nosotros. Los pupilos eran alumnos que se institucionalizaban porque estaban en la calle o las familias no los podían sostener. Tenían una cruda realidad familiar, con madres solas con muchos hijos, familias disgregadas. Y hoy esta devolución todavía no la puedo freer. Acabo de jubilarme y que alguien vuelva y nos diga lo que es hoy en día porque nosotros lo ayudamos es impresionante. No teníamos ni elementos ni recursos en esa época, poníamos todo nosotros. Los ex alumnos son hombres de bien, trabajan, han armado familias y hay muchos profesionales. Hay que revalorizar la enseñanza, tener en cuenta las diferencias de cada uno. Yo rescato de esa época a Nelly Zetti, que es otra madre para mí, una madre en la docencia con la que aprendí a trabajar, apuntando lo que cada uno puede”.