La Nación “es una tarea de todos, cada uno desde su lugar y responsabilidad. A la vez es una tarea que no comienza con nosotros, sino que hoy nos toca a nosotros tomar conciencia del camino recorrido en estos casi 200 años de aquel 9 de julio tucumano, con los valores que fueron construyendo la argentinidad y con los desaciertos que nos llevaron tantas veces a abismos de violencia, injusticia, fragmentaciones, que indudablemente han sido obstáculos en el desarrollo positivo del país”. Así lo expresó el arzobispo de Mercedes-Luján, monseñor Agustín Radrizzani, en el tedéum celebrado el pasado 9 de julio en la Iglesia Catedral Nuestra Señora de las Mercedes.

En este contexto, el prelado subrayó que “tenemos la oportunidad de tomar conciencia de las heridas que afectan a nuestra Nación” y lamentó “la presencia numerosa de desocupados o subempleados; la creciente inflación que hace que al común de las familias no le alcance el mismo dinero del mes anterior para comprar lo necesario al mes siguiente. Asimismo, la impunidad y la justicia viciada tantas veces por la corrupción y los negociados; la inseguridad amenazante en cualquier parte, los chicos de la calle y víctimas de la trata de personas, del “paco”, de la falta de educación. Son éstos algunos signos oscuros en cuanto al futuro de nuestra nación”.

“Nos duele también la patria en los matrimonios divididos, en los atentados contra la familia y la poca valorización de la vida. Nos duele la prescindencia de Dios o los intentos de ‘recluirlo’ en el ámbito privado”, añadió.

Sin embargo, admitió que “sería injusto no destacar los signos de esperanza”, es decir, “aquellas manifestaciones de solidez, que debemos seguir fortaleciendo para hacer la patria de hermanos”. Entre ellas, mencionó a “tantísimos argentinos que creen en la honestidad, en el trabajo decente, en la familia según el orden natural como ‘santuario de la vida’ y de la dignidad del hombre; las manifestaciones de la solidaridad que permiten soñar con un país distinto: para todos, sin derroches desvergonzados e indolentes, ni necesidades tan básicas como el alimento sin posibilidades de obtenerse, a menos que sea en los tarros de basura”.

“También”, agregó Radrizzani, “nos hace bien encontrar funcionarios justos, a pesar de amenazas, de organizados vacíos, porque creen en la verdad y en la defensa del bien común” y consideró “esperanzador el compromiso de los padres en la educación de sus hijos” y “la generosidad y entrega de tantos que sirven a los demás en las distintas profesiones y vocaciones”, además de “tantos jóvenes que valoran el esfuerzo del trabajo, la responsabilidad del estudio, que no sucumben ante la tentación evasiva del alcohol, las drogas, la violencia, el libertinaje sexual”.

Por último, pidió a Jesús “el don de la sensatez para seguir construyendo sobre la roca. Que podamos decir no a las antinomias y fragmentaciones y sí al diálogo y la comunión; no a la corrupción e inequidad y sí a la transparencia y la veracidad; no al enriquecimiento fácil y corrupto y sí al trabajo honesto y dignificante; no a la violencia prepotente y sí a la paz como fruto de la justicia”, entre otros conceptos.