Desde el Arzobispado de Mercedes Luján quisieron compartir con todos los medios el pensamiento de monseñor Agustín Radrizzani, arzobispo de Mercedes - Luján, para esta Navidad 2010.
A su vez, desearon que “el Dios de la Paz que renace cada año, de manera misteriosa pero real, ilumine el transitar de cada día” y agradecieron “a todos por su constante apoyo”, a través de Mario Segura.
Mercedes, 22 de Diciembre de 2010
A los queridos hermanos sacerdotes, religiosas, religiosos y laicos.
Queridos hermanos:
Ya próximos a la Navidad deseo llegar hasta cada uno de Ustedes para compartir la alegría que nos da esta hermosísima fiesta.
“Tanto amó Dios al mundo…” (Jn 3,14). La Encarnación del Hijo de Dios nos habla claramente del amor apasionado de Dios Padre por sus criaturas. El Padre nos veía heridos, agobiados, desorientados y nos envía a su Hijo para devolvernos la alegría y la paz. En el misterio de la Navidad descubrimos el amor de Jesús por el Padre y por nosotros. Aquí está la raíz de nuestra alegría. Dice san León Magno: “Hoy ha nacido Nuestro Salvador, alegrémonos. No puede haber lugar para la tristeza… que nadie se sienta excluido de esta alegría” (Sermón 1, en la Natividad del Señor).
Pero, queridos hermanos, para vivir esta alegría debemos alimentar nuestra fe en Él: Jesús, Salvador. Buscándolo a Él, viviendo con Él, tratando de imitarlo, empeñándonos para agradecerle todo lo que hemos recibido de tal manera que podamos decir con san Pablo “Para mí la vida es Cristo” (Flp 1,21). El Papa Benedicto XVI en la reciente exhortación apostólica Verbum Domini anima “a todos los fieles a reavivar el encuentro personal y comunitario con Cristo, Verbo de la vida que se ha hecho visible, y a ser anunciadores para que el don de la vida divina, la comunión, se extienda cada vez más por todo el mundo” (nro. 2).
Contemplamos el misterio, nos alegramos por tanto amor, buscamos a Jesús para amarlo, agradecerle la vida nueva y anunciarlo a los demás hasta que Él nos llame. Siempre y en cualquier lugar podemos ser discípulos y misioneros. No importa el lugar, ni el cargo, ni los títulos, ni la ciudad, ni la edad. Siempre y en todos lados podemos ser testigos, en situaciones favorables y adversas. Basta que creamos en el infinito amor del Padre y de Jesús por nosotros.
Por esto san Agustín dice: “Celebramos con alegría la venida de nuestra salvación… Alegrémonos por este don para que nuestra gloria sea el testimonio que nos dé nuestra conciencia; y así nos gloriaremos en el Señor, y no en nosotros… Busca dónde está tu mérito, busca de dónde procede, busca cuál es tu justicia y verás que no puedes encontrar otra cosa que no sea pura gracia de Dios” (Liturgia de la Horas, Oficio de lecturas del día 24 de diciembre).
Es Él, queridos hermanos, el verdadero fundamento de nuestra paz, nuestra alegría y nuestro bienestar. Vayamos al mundo llevando esta novedad: Jesús nació y nos cambió la vida y la llenó con su infinito amor.
¡Feliz Navidad!
Agustín Radrizzani