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01/08/11 En los últimos ocho años de democracia, nuestro país ha asistido a un fenómeno sostenido y creciente de inclusión social, merced al compromiso político del matrimonio Kirchner, que supo guiar el destino de la Nación hacia un futuro que nos permite soñar con una república más justa, más equitativa y con más oportunidades para todos los argentinos. El fenómeno de la inclusión social ha asomado como una de las notas distintivas de este proyecto, que ha dado lugar a infinidad de realidades que superaron el discurso de quienes, en diferentes ámbitos, alineados tras las banderas K, asumieron responsabilidades y compromisos para hacer reales las promesas de bienaventuranza amplia, para sectores históricamente olvidados y postergados. Quienes nos identificamos con esta realidad inclusiva (y digo “realidad” porque hace años que la inclusión ha dejado de ser proyecto), consideramos que queda mucho trabajo por hacer. Entendemos que la inclusión social reviste, como mínimo, dos aspectos esenciales: uno caracterizado por las urgencias, que adecuadamente atendida es eminentemente transitoria, y el otro vinculado a la necesidad de generar estructuras sostenibles en el tiempo. En efecto, tantos años de olvido han requerido una acción directa del gobierno, tendiente a paliar las urgencias alimentarias, de salud, de vivienda, de trabajo y tantas más. La asignación universal por hijo, el plan federal de viviendas, las cooperativas de trabajo, y tantas iniciativas más, son respuestas a las demandas urgentes de inclusión.
Sin perjuicio de considerar que siguen existiendo urgencias que atender, me he sumado a este proyecto, con la ambición de dar el salto de calidad que la inclusión requiere, considerando que Juani tiene la capacidad de gestión para, acompañado por el equipo de trabajo del que formo parte, lograr los resultados sostenibles a que me refería antes. Las cooperativas de trabajo, estructura esencial del plan de inclusión social, deben erigirse como los cimientos de la referida estructura sostenible en el tiempo. El trabajo dignifica a la persona, genera cultura de trabajo, suscita seguimiento en los hijos que al volver de la escuela esperan a sus padres volver del trabajo. El asistencialismo, por el contrario, atiende urgencias, y es necesario; pero mal gestionado genera clientelismo político; dirigido solo a paliar las urgencias, genera ciudadanos sometidos por sus propias necesidades y por la imposibilidad de desprenderse de la necesidad del favor político. La política es dinámica, y los políticos son transitorios: una política de inclusión real sostenible en el tiempo requiere el compromiso político, la grandeza de gestión, de incluir liberando y sólo se libera generando estructuras para que las urgencias que atender sean cada vez menos, y las estructuras de trabajo desarrollen cada vez más personas independientes, que reciban apoyo del Estado para sostenerse, no como favor del príncipe, sino como respaldo seguro que garantice un futuro mejor, para sí mismos y para sus hijos. Finalmente, considero que si la ciudadanía acompaña esta propuesta, los resultados redundarán en beneficio de todos ya que la cultura de la inclusión a través del trabajo digno devendrá en una realidad más justa, para quienes siempre han estado incluidos socialmente en el sistema, y –sobre todo– para quienes merced al modelo político por el que luchamos, han pasado a formar parte de una Argentina más justa, equitativa y promisoria.
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Noticiasmercedinas.com - Actualizado 01.08.11 2:45 PM |
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