Desde algunos años a esta parte, cada 8 de marzo se celebra “El día Internacional de la Mujer”.

En una sociedad donde la convivencia se ha tornado harto difícil y la confusión y la estupidez han eclipsado valores y conductas éticas insustituibles, se impone necesariamente alguna reflexión sobre el profundo significado de esta fecha.

En ese contexto, deviene imprescindible justipreciar en su real dimensión la desigual lucha llevada a cabo por la mujer a través de la historia, para sobreponerse a injusticias, humillaciones, olvidos y exclusiones.

Basta recordar en nuestro país a todas aquellas que ofrendaron sus vidas en pos de nobles e irrenunciables ideales, y que marcaron rumbos en lo que significan la vocación de servicio y la solidaridad para forjar una sociedad más justa.

Hoy, legítimamente, y no sin esfuerzo y sacrificio, la mujer, ha ganado un lugar y un protagonismo que debe reconocerse y valorarse en su justa medida.

Pero la lucha no debe claudicar y es una obligación moral de todos quienes integramos una comunidad organizada y queremos sentar las bases de un futuro mejor.

Porque cada mujer golpeada, cada mujer maltratada, cada mujer torturada, víctima de la violencia de género, es un verdadero cachetazo a la paz social y socava los pilares esenciales de nuestro destino como nación.

No podrá existir una sociedad nueva si la mujer, al igual que los niños y los ancianos, resultan ser víctimas de violencias físicas o morales, de la insensibilidad y el desprecio.

Reivindicar la lucha de la mujer, significa entonces, reivindicar las bases de nuestra condición de seres humanos y, a la par, el compromiso de trabajar despojados de egoísmos en la construcción de una sociedad donde el respeto, la igualdad y la dignidad sean tan vitales y necesarios como el pan de cada día.

 
* El doctor Horacio Alberto Vero es Presidente del Colegio de Abogados del Departamento Judicial de Mercedes.