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09/11/12
Monseñor Agustín Radrizzani instruyó sobre cómo abordar el diaconado permanente El arzobispo de Mercedes-Luján envió una carta al clero para instruir sobre los modos de acompañar las vocaciones. Recordó la necesidad de instaurar el diaconado permanente a pedido de los miembros de la familia diocesana
El arzobispo de Mercedes-Luján, monseñor Agustín Radrizzani, envió una carta al clero del territorio arquidiocesano para instruir sobre los modos de acompañar las vocaciones llamadas a participar de la misión pastoral desde el diaconado permanente. El prelado señaló los requisitos y aptitudes de aquellos varones célibes, casados o viudos que se sientan llamados a participar en el primer paso del orden sagrado. Monseñor Radrizzani recordó la necesidad de instaurar formalmente el diaconado permanente a pedido de los mismos miembros de la familia diocesana. “Ante esto, preferí escuchar el parecer de los sacerdotes”, señaló el arzobispo para rememorar los espacios de encuentro en los que se trató el Plan de Formación de los Diáconos Permanentes en la Argentina (ad experimentum) elaborado por la Conferencia Episcopal. La arquidiócesis de Mercedes-Luján, entonces, decidió instrumentar la formación en la arquidiócesis de las vocaciones diaconales, y por tanto, el obispo envió un mensaje a los sacerdotes para recordar cómo encarar la tarea formacional. El prelado recordó que “el Concilio Vaticano II restituyó el diaconado permanente como grado propio de la jerarquía y las congregaciones para el Clero y para la Educación Católica, respectivamente, dieron pautas claras para su instrumentación”. Asimismo, recordó que el diácono permanente “es alguien que puede lograr una íntima identificación con Cristo servidor, en el seno y al servicio de la comunidad cristiana” y para asistir a la comunidad “se pondrá en práctica un itinerario formativo que abarque las dimensiones humana, espiritual, doctrinal y pastoral. “El diácono permanente –señaló- se ha de insertar de manera armónica en la pastoral de la diócesis, en comunión con el obispo, con sus hermanos diáconos, estrechamente unidos al presbiterio y demás miembros del Pueblo de Dios”. El obispo instruyó que, en caso de ser vocaciones de varones ya casados, tendrán que contar con la aceptación y un camino juntos de discernimiento con su esposa y sus hijos, y el sustento económico dependerá del trabajo, profesión u otros medios lícitos que el mismo candidato posea. De esta manera, estableció “que los destinos pastorales siempre dependerán del obispo, que tendrá en cuenta cada realidad particular”. “Los párrocos serán los iniciadores del proceso formativo, comenzando por ayudar al candidato a discernir su vocación y presentarlo al obispo a través de una carta. Habrá un equipo presidido por el obispo e integrado además por un director de la formación, un tutor, un director espiritual y el propio párroco”, fijó el prelado. Una vez presentado, el candidato deberá transcurrir un año preliminar con encuentros periódicos a cargo del director de la formación. Luego, se desarrollará el plan formativo, ajustado a las normativas que figuran en el directorio de la Conferencia Episcopal. “La formación inicial ha de durar al menos tres años y la modalidad se presentará en sucesivas comunicaciones: habrá temas presenciales y temas a distancia, tratando de facilitar lo más posible la participación, sin perjudicar horarios de trabajo ni tampoco la vida familiar de los casados”, agregó
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Mercedes - Bs As - Argentina |
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