Quienes son amigos del mercedino Camilo Guinot en las redes sociales ya vieron sus increíbles imágenes de los confines del mundo. Es que el artista mercedino estuvo imbuido en un misterioso proyecto creativo, durante días, en las Bases Esperanza y Marambio, en el sector argentino del continente Antártico. En pleno verano en medio del hielo y con camperas polares, Camilo y un reducido grupo de inquietos acompañantes compartieron una experiencia de aventura y descubrimientos única.

Recién llegado a Buenos Aires, fue entrevistado por este medio: “Ya estoy en Buenos Aires, recién llegado y a medias. Aún algo boleado. Fue una experiencia intensa”, dijo en un principio.

El viaje al continente blanco fue gracias a una beca que otorga la DNA (Dirección Nacional del Antártico, del Instituto Antártico Argentino) para realizar una residencia artística en Antártida, en este caso, en Base Esperanza, durante un poco más de un mes, con todos los costos cubiertos.

“La convocatoria es pública y abarca casi todas las disciplinas artísticas. Nuestro grupo estaba conformado por 1 músico, 1 fotógrafo y 3 artistas visuales. La idea es que los proyectos vinculen naturaleza, ciencia, tecnología y el arte. Fueron 17 días en Base Esperanza y el resto repartido en traslados y estadías entre/en Río Gallegos y Base Marambio”, contó Camilo Guinot.

"Es una experiencia singular ya que si no sos militar, científico o docente de Ushuaia, es muy difícil poder realizar un viaje de esa naturaleza. Si bien existen viajes turísticos en cruceros, son carísimos y la mayor parte del tiempo se está en el barco, sólo se puede bajar a las bases una o a lo sumo dos horas”, contó Guinot

Los viajes que realizaron fueron todos aéreos: en aviones Hércules, Twin (avión pequeño que neviza, que aterrizaje sobre nieve) y Foker, además de helicópteros. “Mi trabajo consistió en la realización de videos que relacionan las producciones humanas y el entorno natural, con la idea de omitir y/o mimetizar todo vestigio de civilización del/al paisaje. También realicé una serie de fotografías”, indicó.

“Con respecto a la temperatura, en verano no es tan baja, salvo algunas excepciones. Te dan equipamiento adecuado para temperaturas muy bajas, así que te llevás muy bien con el frío. Por lo general el hospedaje es colectivo y dado que en muchos sitios por los que pasás estás de paso, sólo por algunos días, en cada lugar es diferente. Llegué a dormir en habitaciones con 8 y 3 personas”, agregó sobre la experiencia.

Según contó Camilo, la base Esperanza es la única que alberga familias civiles y que tiene escuela primaria. Originalmente estuvo diseñada para ser un pueblito. Son unos 15 edificios entre los cuales están las casas de los civiles, escuela, casa del médico, casino de suboficiales, hangares, taller de carpintería, taller para el procesamiento e incineración de residuos, un laboratorio científico, la usina, depósitos, entre otros. Mayormente el personal de las bases, sean militares, del equipo de trabajo, civiles o científicos, tienen buena predisposición para el diálogo y poseen alto grado de solidaridad y de “espíritu de cuerpo”.

“En las bases la comida es muy rica y abundante. Los vegetarianos se las tienen que ingeniar ya que es a base de carne congelada. Los alimentos como verduras y frutas también son congelados o de latas de conserva. Resumiendo, es una experiencia singular ya que si no sos militar, científico o docente de Ushuaia, es muy difícil poder realizar un viaje de esa naturaleza. Si bien existen viajes turísticos en cruceros, son carísimos y la mayor parte del tiempo se está en el barco, sólo se puede bajar a las bases una o a lo sumo dos horas”, amplió ofreciendo un panorama del viaje que lo tuvo como uno de los protagonistas.