Recuerdo hoy una noticia de mediados del año pasado: “Una joven de 26 años con Síndrome de Down se recibió de maestra jardinera”. En el texto, también recuerdo, se resaltaba su trabajo en un Maternal de una ciudad de la provincia de Córdoba.

Pero más recuerdo la palabra del presidente de la Asociación Síndrome Down de Argentina (Raúl Quereilhac): “Celebro su logro y que esté inserta en el mercado laboral, pero más celebraré cuando estas situaciones dejen de ser noticia”.

A veces, en la vorágine cotidiana, sin tiempo para el análisis, los preconceptos se nos instalan como verdades irrefutables. No tenemos tiempo para observar desde distintas perspectivas, no tenemos tiempo para incorporar información que nos permita llegar a una conclusión equilibrada y represente una mirada fiel de la realidad.

Hoy es el Día Mundial del Síndrome de Down. Las fechas especiales que se establecen, en la Argentina y en todo el planeta y más allá de la indudable pátina comercial que con los años adquirieron algunas de ellas, representan un resorte necesario, activan el ejercicio del pensamiento. Al menos de un pensamiento puntual.

A veces, en la vorágine cotidiana, sin tiempo para el análisis, los preconceptos se nos instalan como verdades irrefutables. No tenemos tiempo para observar desde distintas perspectivas, no tenemos tiempo para incorporar información que nos permita llegar a una conclusión equilibrada y represente una mirada fiel de la realidad.

Aquel ejemplo de la joven maestra jardinera en Córdoba, aquel reclamo de que su logro deje de ser noticia alguna vez, los numerosos ejemplos sobre la inmensa bondad y la capacidad de amar de las personas con Síndrome de Down, vienen a recordarnos hoy lo verdaderamente importante: que donde a veces el prejuicio nos hace ver un problema lo que existe, en realidad, es una magnífica oportunidad para aprender.

* Juan Ignacio Ustarroz es el referente máximo del Frente Mercedino para la Victoria