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10/04/13
Opinión: Una reflexión sobre la pobreza
Como coterráneos, el ascenso al papado de Jorge Mario Bergoglio nos lleva a pensar cómo zanjamos tan afligente realidad que azota el país. Un arduo y difícil camino tenemos por delante. Por Alejandro Francisco Molle



 

 

El ascenso al papado por parte del cardenal don Jorge Mario Bergoglio, sin eufemismos o edulcoradas frases ha impelido al universo trabajar en pos de la erradicación de la pobreza, y en cuanto a lo que nos cabe como coterráneos el hallar cómo zanjamos tan afligente realidad que azota.

Cabe recordar aquella crisis a la que llegara el país en los albores del siglo XXI, frente a la cual se conformara la Mesa de diálogo argentino, de la que fuera impulsor y copartícipe el entonces cardenal Bergoglio, Mesa a la vez de la que surgiera, por ejemplo, la implementación del Plan Jefes y Jefas de Familia, como instrumento paliativo y provisorio.

Sin embargo, han venido sumándose otro tipo de planes, circunstancia demostrativa de la supervivencia de la  pobreza existente en buena parte del pueblo argentino. Existe. Está.

¿Cómo se puede ser pobre en un país como el nuestro? Mientras persista el asistencialismo como acción excluyente y no haya diseño y concreten políticas de estado en materia de desarrollo productivo, el pueblo seguirá al arbitrio de facciones, punteros, audaces y distribuidores de migajas.

Clases o tipos de pobreza
Cada vez que se habla de pobreza suele circunscribírsela con aquella de tipo material o por la percepción de un salario de valor exiguo que no alcanza para la mínima satisfacción personal o familiar. La pobreza no es tan solo la descripta en modo genérico, sino de una característica más abarcativa. Veamos algunos tipos o clases.

- Pobreza humano – estructural. La caracterizo como aquella devenida en la persona por magro o inadecuado consumo nutricional desde la concepción en el seno materno, seguida en la lactancia y permanecida en las primeras edades y que más tarde repercute en el desarrollo estructural e intelectivo.
- Está, también, la pobreza de espíritu. Se observa en personas carentes de iniciativa, sin fuerzas ni espíritu para desenvolverse en la vida, y todo porque nadie le ha hecho comprender el carácter de persona que es. Son los abandónicos a los que ni la Iglesia les acercó un fósforo para que descubrieran que pueden ser luz.
- La pobreza del quedantismo o conformismo. Las que no exhiben miras, perspectivas o ilusiones de alcanzar más para su desarrollo y bienestar.
- La hay, en, la pobreza de las áreas periféricas o marginales. Son los repetidos escenarios con casas precarias, reducido nivel de escolarización, donde si bien existen salas de primeros auxilios, son recintos de morondanga, donde las calles recurrentemente viven encharcadas, las cunetas con malezas o residuos, etc.
- La pobreza del emergente o del desocupado mayor. Aquella que es sobreviniente por la pérdida de un trabajo estable ante el cierre de una fábrica o de reducción de personal y, todavía peor si el ex asalariado no posee otras habilidades o aptitudes para la vuelta o reinserción en el mercado laboral. Ni que pensar si la persona supera los cuarenta años de edad, aproximadamente.
- La pobreza de los sometidos o los sin voz. Es la de tantos que deben agachar la cerviz ante la injusticia de los seudos poderosos y no les queda más remedio que callar o someterse con tal de no perder el empleo. De los que perciben tristes jornales en negro, trabajan sin chistar horas y horas, no les suministran un sandwich como refrigerio, refresco o vaso de leche caliente en invierno, y el de las mujeres que concluyen prostituyéndose o alguno que otro desprejuiciado la abusa inescrupulosamente para la obtención y permanencia de un empleo.
- Pobreza en la transmisión de tradiciones. En la medida que no se difundan y promuevan tradiciones que signaron culturalmente al pueblo, seguirán produciéndose actitudes de menoscabo para con discapacitados, dejar de cederles el paso a los mayores, hacerse el dormido en un medio de transporte de modo de no perder el asiento, arrojar residuos en lugares inapropiados, entres otras, la sociedad irá olvidando gestos que antes eran comunes.
- Y, la pobreza de diálogo social. Es la resultante del creerse más de lo que es. Regodearse como autosuficiente. No saber escuchar ni confrontar ideas. Es el ropaje del aislamiento.

En síntesis
Un arduo y difícil camino tenemos por delante y estamos llamados a desbrozarlo de malezas, espinillos, etcétera. No es tarea exclusiva del Estado, sino que a este la compete comportarse como arquitecto. ¿Qué hace un arquitecto? Quien lo convoca para una obra tira ideas, necesidades, características de lo que podría ser parte del diseño, posibilidades de avance conforme sus realidades económicas financieras, etcétera. Ahora si el arquitecto no escucha a su contratante, una y otra vez terminará rechazando el proyecto.

 

* Alejandro Francisco Molle es Secretario Adjunto de “Unidad y Lealtad”, línea interna del PJ local.

 

 

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