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26/05/14
Por Susana Spano Aquel que se adentra en la lectura de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha” encuentra una historia múltiple, donde la ficción dentro de la ficción convive, sin romper su complejidad. Donde la imaginación es simultánea con sus propios deseos, no con la lógica común que esperaría un lector acostumbrado a una lectura “lineal”. “El Ingenioso Hidalgo, Don Quijote de la Mancha” constituye un texto fragmentario donde coexisten diversos tiempos: los de la imaginación con la incursión del mundo fantástico; los de la historia, cuando Don Quijote escucha sus famosísimas aventuras en los labios de los aldeanos; los de la literatura, cuando sabe que un escritorzuelo de Tordesillas está escribiendo sus aventuras en la misma España, por nombrar solo algunos ejemplos de la presencia de lo real traspasando lo ficcional. Pero… ¿Quién es realmente Don Quijote? Sin duda, el personaje que sostiene la unidad del texto, dentro de la inmensa diversidad del mismo. Sin embargo, éste supera con holgura su carácter de mera ficción para existir “humana” e “históricamente”. Vive en la memoria arquetípica, dignamente y, gracias al lenguaje, “en la mente de cada uno de nosotros” Una artista refinada --Cristina Chillida-- reafirma esta cuestión con su adaptación teatral, a tres voces, del relato de “El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha”: “Morir Cuerdo, Vivir Loco. Adaptar una obra de tales dimensiones y lograr transmitir en sesenta minutos una adecuada síntesis que concentre el espíritu de Quijote y su escudero, pasando por la idealizada Dulcinea, no es tarea fácil. Sin embargo, Cristina Chillida encontró el equilibrio justo para entregar al público una digna obra, en la cual Quijote progresa hacia un profundo ideal de imágenes arquetípicas. Cada situación implica una transformación del personaje pero también de los que cruzan por su camino, contagiando con su “locura” hasta a los más cuerdos “Morir Cuerdo, Vivir Loco” propone una manera diferente de representación, donde la palabra se adueña de la escena y, a través de ella, comenzamos a transitar la historia. La adaptación muestra el cambio del orden del mundo, enfrentado por la revolucionaria postura del Quijote. La mayoría de los pasajes muestran un motivo esencial, con personajesenfrentados y situaciones que simbolizan en ideas, sujetos o situaciones de su época que, sin embargo, son claramente identificables con la condición humana. Las acciones planteadas (a través del excelente trabajo de las actrices) desarrollaron una máscara, correlato de una imagen que funcionó para mitificar al Ingenioso Hidalgo y su acción. Guiadas por la axiología caballeresca específica, o para mofarse de ella; por ejemplo en el episodio de la vela de armas y el armar caballero a Don Quijote Las voces, en otros momentos, fueron sabias como en la introducción del episodio de Sancho, en la trágica puesta en escena de su gobierno en “La Ínsula Barataria” donde las contradicciones del escudero bucean en torno a la condición humana e inauguran la problemática central de la literatura moderna: “el efecto que trae en el hombre la conciencia de sí mismo”, cuando éste decide dejar el gobierno de la anhelada Ínsula. La yuxtaposición de escenas, nos introdujo en la antesala del final: el combate del Caballero de la Blanca Luna, que no es otro que el Bachiller Sansón Carrasco y la vuelta de Don Quijote al hogar donde, finalmente, morirá. La adaptación tuvo su correlato en la actuación de tres excelentes actrices que, con sus voces tejieron una interesante policromía, comunicaron los matices adecuados para los cambios de personajes, describieron espacios, narraciones, etc, en un contrapunto perfecto que permitió al espectador “visualizar” una escenografía imaginaria, cuya protagonista fue la palabra. Gabriela Osman personificó a un Sancho humano, con matices de ingenuidad y asombro que resultaron conmovedores. Gaby Minardi compuso con gracia y talento a las atrevidas venteras, el posadero y otros personajes que le permitieron mostrar su gran ductilidad interpretativa. Cristina Chillida, fue Quijote y narrador, aportando al personaje el disparate y la cordura, lo cómico y lo trágico, en una sabia combinación que realzó su grandeza y exaltó sus ideales utópicos, pero no imposibles. Un espectáculo de gran jerarquía cuyos ecos resuenan, hoy, más vivos que nunca en las palabras finales de Quijote: "Señores - dijo don Quijote -, vámonos poco a poco, pues ya en los nidos de antaño no hay pájaro hogaño. Yo fui loco, y ya soy cuerdo"
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Mercedes - Bs As - Argentina |
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