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27/05/14
El domingo tempranito nomás, febo asomó sus primeros rayos, iluminando el lugar de encuentros en el que se ha convertido “Uhmeda?”. Las mesitas sobre el pasto, los niños jugueteando y los artistas que comenzaban a caer con guitarras y bombos recibían el calor y el color de un sol que hacían que el fresco de la mañana se volviera sólo un ingrediente más. Incluso el tradicional locro que rugía desde el hogar pudo complacerse de la blanca luz que se filtraba por la ventana. Todo estaba predispuesto, preparado, los detalles de los centros de mesa, los individuales, los fardos como asientos, la música de fondo: una atención merecedora de elogios. Rodolfo Tillet y Emiliano Punte, principales organizadores del encuentro, aguardaban impacientes. Un 25 de mayo popular esperaba a ser homenajeado. Ya cerca del mediodía, las sillas empezaron a ocuparse de a poco, los pingüinos comenzaron a ir y venir de la mano de los amigos que ayudaban, el aroma de unas deliciosas empanadas santiagueñas se fue escapando desde la cocina para sumarse al aire liviano y frío, y al cantar de los pájaros. Desde las paredes hablaban las imágenes patrióticas pertenecientes a la exposición "Plaza de Mayo y Cabildo. Escenario Actual", propuesta por las cámaras de Josefina Colovos y Juan Ignacio López. El clima se iba gestando, la gente paciente disfrutaba de charlas y casualidades, algunos con mate, otros con vino; la música esperaba para sumarse a este festivo día. Juan Haberman fue el primero en adelantarse, calzarse la viola y en deleitar al expectante público. Junto a Rodrigo Acttis y a su estrafalaria armónica se animaron a canciones populares que se adecuaron sin problemas al mágico ambiente que ya se respiraba. Luego fue el turno de otro grupo, compuesto por un preciso bombo y unas muchachas que regalaron sus voces cuasi celestiales, cautivando los oídos de la multitud. El principal protagonista no se hizo esperar y apareció, picante y calentito; de la mano del chef amigo de la casa Javier Oliva, la gente degustó un suculento y elegante locro que se llevó todos los cumplidos. La hora justa, el vino, las cazuelas humeantes: hermanos, hijos, amigos, abuelos, todos compartiendo un momento hermoso, único. Ya para la hora de los embriagadores pastelitos elaborados por Esteban Dómine, algunos se animaban a sacar los termos y los variados motivos de mates se empezaban ver. No importó si eran amargos o dulces, si se tapaba la bombilla o si el agua se enfriaba, la gente se calentaba la panza mientras dudaban entre comer uno de membrillo o de batata. Los chicos continuaban corriendo, metiéndose entre los árboles, sonriendo; los grandes seguían conversando, recordando, también sonriendo. Desde adentro se escuchó una voz alegre y al entrar se pudo observar al Chipu Ghelfi, que ya había sacado su guitarra y terminaba de acomodarse. Como de costumbre, radiante y complaciente, deslumbró a conocidos y no tanto con su implacable zurda y con un teclado que lo escoltó perfectamente. Cuando la tarde se estaba yendo y las camperas salían a cumplir con su trabajo, más músicos pasaron al frente para ofrecer una lección de folclore, no sólo por la calidad, sino también por la pasión y la felicidad que le pusieron a cada rasguido, a cada repiqueteo, a cada grito. En el final de la lista se leía a Rodrigo Acttis, que se mandó a soplar con el alma esa armónica y junto a su hermano Daniel en bombo y a Sebastián Rojas en viola, hicieron vibrar a los espectadores con versiones atrevidas pero soberbias. Casi sin interludio se sumaron a escena varios amigos para continuar zapando, un final a pura orquesta en la ya noche del 25. Afuera el frío se hacía notar, y con una despejada noche como matiz, la gente regresaba a sus casas con la panza llena y el corazón contento. Adentro el calorcito de la fiesta seguía, la gente reía a carcajadas y brindaba. Ya casi 26, feliz día de la Patria. Lo que se viene
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Mercedes - Bs As - Argentina |
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