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06/08/14
Seguramente a muchos de nosotros nos pase lo mismo, cuando no entendemos algo. Lo que no se comprende no es agradable, o por lo menos nos genera incertidumbre. Por ejemplo, cuando vamos a comer a algún lado y leemos nombres raros en el menú, le preguntamos al mozo qué quiere decir “batido de papas con aromáticas” para que nuestra mente pueda entender que es un puré con romero. ¡Ah, sí! Ahora sí entiendo y ahora sí quiero probarlo. Pasa más o menos lo mismo con la justicia y la legalidad de algunas normas. A nadie hay que explicarle que la ley justa es ley, porque naturalmente tendemos a cumplirla. La ley justa es comprendida automáticamente por nuestro razonamiento y con mayor o menor acuerdo en cómo se implementa, la acatamos. Por ejemplo, si una ley dice que no debemos matar a otro, o no debemos quitarle lo suyo, nadie se lo cuestiona, es lógico y es razonablemente comprensible. Es obvio también que algunas personas deciden no acatarlas, o no aceptarlas, pero no porque no las entiendan, sino porque deciden transgredirlas a pesar de saber internamente que no está bien. Las razones pueden ser miles, no me detendré en los porqué de cada persona, pero la mayoría de nosotros coincidimos en acuerdos para vivir en sociedad y los respetamos naturalmente. Lo que quiero plantear hoy es qué pasa si nadie nos explica qué es un “batido de papas con aromáticas” o peor aún, si nos lo explican y no lo entendemos. Seguramente nos genera desconfianza y no lo probamos. No lo queremos. Si la ley es injusta, y la explicación tampoco es coherente, no queremos cumplirla, y se vuelve “violenta” porque no es acatada con naturalidad.
Si queremos gobernar, si queremos ser líderes sociales, si queremos que las personas que viven en una sociedad sean felices y convivan en armonía, nuestro menú debe ser elegible para la mayoría, debe ser entendible y razonable. Si imponemos leyes injustas, que no se entienden y que la mayoría de la población que se ve afectada por dicha norma se resiste, algo estamos haciendo mal, algo debemos revisar, algo debemos modificar. En un restaurante sería un fracaso tener un menú que nadie entiende y cerraríamos al poco tiempo. En un gobierno, ¿qué pasaría? No creo que crezca en credibilidad alguien que impulsa o promueve leyes que no son apoyadas, y menos comprendidas. Mahatma Gandhi decía que “cuando una ley es injusta, lo correcto es desobedecer”, así también un gran hombre, proclamado por el Papa Juan Pablo II como “patrono de los políticos” Santo Tomás Moro, coincidía en la visión de la ley que comparto en estas líneas. Sin dudas estos grandes hombres cuando expresaron estas ideas causaron una revolución que cambió la historia, fueron personas de una coherencia moral extraordinaria. Quisiera con esto generar un debate, no incitar a ninguna rebelión institucional, simplemente contribuir con un pensamiento que creo importante a la hora de tomar decisiones. Si nuestros gobernantes se hicieran algunas preguntas como ¿es esta norma justa?, ¿las personas que viven acá entenderán por qué? ó ¿debería escuchar a otros para ver si podemos llegar a un acuerdo?, quizás hoy no tendríamos decenas de artículos en los diarios sobre el estacionamiento medido, y podríamos haber encontrado una solución razonable, que a todos nos resultara entendible, como el puré de papas con romero.
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Mercedes - Bs As - Argentina |
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