|
| |||||||
21/02/15
El 18 de febrero marchamos bajo la lluvia, bajo los paraguas de la vida. En silencio de pancartas, de gritos, de estribillos; comunicados unos con otros, no sólo en el espíritu, sino en un diálogo dolido pero esperanzado, en voz baja; sabiéndonos diferentes y protegiéndonos mutuamente bajo esos techitos multicolor; alentando la identidad compartida en el Himno Nacional y en el deseo de Justicia y de Verdad. Sentí que estábamos arropando a esas dos niñas huérfanas de padre. Y en ellas, a tantas otras personas que –por decisión ajena y violenta– han quedado huérfanas en nuestro país. También que estábamos arropando a ese hombre muerto por haber hecho lo que le correspondía hacer en su trabajo. Y en él, a todos los que anónimamente realizan su trabajo día a día, entregándolo todo, sin especulaciones, sin acomodos, por mérito, con orgullo, con dignidad. Y sentí que arropábamos a la República. A la República herida, maltratada, bastardeada, agónica, pero no muerta. A esta República a la que queremos integrada por hombres y mujeres autónomos, libres, responsables, solidarios, sensatos, creativos, críticos. A esta República que queremos con Instituciones sólidas, con un inquebrantable apego a la Ley. Estábamos arropando a esta República que queremos integrada por ciudadanos y no por meros habitantes. Ciudadanos capaces de disfrutar y ejercer nuestros derechos sin eludir ninguno de nuestros deberes. Ciudadanos capaces de decidir por nosotros mismos y no por el mandato de un jefe, un caudillo o un señor feudal. Ciudadanos comprometidos en el accionar cívico, más allá del voto; conocedores de la estructura y de la dinámica republicanas, y actores consecuentemente eficaces. Ciudadanos tolerantes respecto de nuestros pares y de sus opiniones. Ciudadanos en una República sin paternalismos ni maternalismos. Ciudadanos crecidos, adultos, lejos ya de toda adolescencia. Ciudadanos a cargo.
* Los comentarios serán moderados y su permanencia depende de su contenido.
|
|
|||||||
Mercedes - Bs As - Argentina |
|