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Mediante una carta, monseñor Agustín Radrizzani, arzobispo de Mercedes-Luján, se dirigió a los catequistas de la Arquidiócesis de Mercedes-Luján, asegurándoles que la misión encomendada de dar a conocer a Dios es “fascinante”.

“El Señor me ha confiado la misión de anunciar la Buena Noticia a todos, en modo especial, a quienes habitan el suelo de esta querida Iglesia particular. Para este trabajo maravilloso él me da colaboradores. En primer lugar, los hermanos sacerdotes y, en un lugar privilegiado están ustedes queridos catequistas”, expresó en principio, y dijo qué es lo que espera de un catequista: “Espero, ante todo, que esté alimentado por la Palabra de Dios y la Eucaristía. Por eso, la Conferencia Episcopal de Aparecida nos ha definido como discípulos y misioneros. Esto nos lo dan dos dimensiones esenciales de nuestra vida. Ante todo discípulos porque vivimos cada día espejándonos en el Maestro. Lo admiramos, lo amamos, lo escuchamos y lo imitamos. Es el gran amor de nuestras vidas. “Encontrarlo a él es lo mejor que nos ha pasado en la vida”. De esta fascinación, nace nuestra misión. También, el escuchar su palabra: “Vayan y hagan a todos mis discípulos” nos lanza en la misión. “Darlo a conocer a los demás es nuestra mayor alegría”. Anunciamos al Resucitado que nos da alegría, libertad, osadía y una fuerza arrolladora que dese incendiar el mundo con su mensaje de paz y fraternidad”, expresó Radrizzani.

“Por tanto, haber cultivado nuestra amistad con El, nos convierte en misioneros. Pero no trasmitimos una idea, ni un razonamiento, trasmitimos una vida. Jesús me ha cambiado la vida y esto deseo transmitir a los demás. Entonces, la experiencia vivida es una bomba que hace estallar por el aire la vida monótona y triste que ofrece egoísmo y mezquindad. El no nos da una alegría pasajera, El nos hace felices en lo profundo y para siempre. Esta vida nueva que El nos regala la vivimos en la Parroquia, en la zona con las parroquias cercanas y a nivel de diócesis donde participamos de los encuentros. En ellos damos y recibimos esa vida con que El nos fortalece. De esta manera será la vitalidad de nuestras comunidades, de nuestros hermanos, de nuestro pueblo que permitirá renovar estructuras. Cambiarán de antiguas y anquilosados en estructuras nuevas donde el empeño será mayor, el trabajo será más orgánico, el contagio de la fe se dará con mayor fuerza y sentiremos dentro la alegría de participar en la constitución de su Reino”, planteó el arzobispo.

Y dijo a los catequistas: “La misión que El nos ha encomendado es fascinante. Nos ha llamado a ser plenamente felices. Le estamos agradecidos por este inmenso don y le pedimos que nos ayude a ser coherentes en nuestra misión”.

 

 

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