Hace 10 años el doctor Horacio Lorenzo Borocotó se dio el lujo de instalar de algún modo su apellido como un verbo con sus más diversas conjugaciones. En noviembre del 2005 el mencionado fue electo en las listas del PRO, para ser diputado nacional por la fuerza de derecha y tras una charla con el entonces presidente Kirchner dejó la lista por la que lo votaron para pasar a integrar el bloque del Frente para la Victoria. Todo a menos de un mes del acto comicial. El doctor Eduardo Lorenzo Borocotó fue el centro de un escándalo de dimensiones nacionales. Durante algún tiempo el apellido del doctor se transformo en sinónimo de algo por lo menos cuestionable éticamente.
La “borocotización” significó acomodarse personalmente a nuevas condiciones políticas, aceptar el cambio de camiseta, como sea y cuando sea, si esto conviniera a “acomodarse mejor”. Indudablemente está en relación directa con el “carrerismo”, o sea la idea que la política es una cuestión individual que requiere ir buscando posicionarse de la mejor manera para mantenerse a flote. O dicho de otra manera “todo vale” con tal de mantenerse lo más lejos posible de dejar bancas o cargos en el Estado, o en otras palabras no volver a laburar.
Lo curioso de la borocotización es que, más allá de que como suele suceder, las palabras se independizan de los personajes involucrados en el origen de la misma, a tan solo diez años de su nacimiento casi que la palabra ha caído en desuso.
De la borocotización al panquequismo
El episodio de Borocotó hace diez años involucro al kirchnerismo tal vez en su momento de auge. Sorprendentemente nadie parecía recordar que el personal político K saltó raudamente del menemismo al duhaldismo para llegar al proyecto “nacional populista”, es decir ellos mismos eran “borocotizados” antes de que la palabra existiera. Claro que el escandalete de hace casi diez años era la celeridad con que Borocotó se había dado vuelta en menos de un mes.
Pero ¿no será que hoy la práctica de pasar de una fuerza a otra se ha naturalizado al extremo de no asombrar a nadie? ¿Será que en diez años han logrado que “borocotizarse“ sea considerado como una práctica propia de la vida político electoral? O tal vez la mayoría de la población termine por considerar al saltimbanquismo político, como lógico en una sociedad capitalista, donde lo que vale es salvarse. Igual pareciera no ser gratuito tanto ejercicio del “panquequismo” sobre todo si es demasiado evidente, si queda muy en evidencia, si el salto es, digamos, flagrante.
Tal fue el caso de un dirigente sindical docente que abrazó el peronismo “de grande” y fue manteniéndose a flote. Jorge Arturo Montaldo siendo dirigente de SUTEBA (además de inspector de la rama de adultos entre otros cargos) se refugió en el selvismo minutos antes de que Cristina dejara al intendente fuera del kirchnerismo en el 2011. Luego de la derrota de este en las PASO de agosto de ese año a manos del “elegido” Ustarroz, el nombrado decidió abandonar el barco selvista de cara a las generales de octubre. Apuesta peligrosa la del amigo de Baradell. La Cámpora perdió aquellas elecciones increíblemente, dejando a Montaldo en evidencia de un “panquequismo” explícito que lo invalidó para unos y otros.
Hasta Maru se dio vuelta: Selva en su laberinto
La pregunta en los tiempos que corren pareciera ser: ¿Tiene valor electoral la coherencia o el respeto a ciertos principios o ideario político? Para el que practica el panquequismo esa pregunta está de más. Más allá de casos individuales de “travestis políticos” que abundan, lo curioso es que las propias corrientes internas, con un pragmatismo que el propio Maquiavello no hubiera sospechado, lo practican. La Cámpora lo ha demostrado casi desde su fundación, obligando a su militancia a blindar estómagos ante la inclusión de personajes que poco tendrían que ver con “la juventud” maravillosa. No vayamos muy lejos, el propio Wado tuvo que reunir a la tropa y explicarles las conveniencias políticas de incluir en el staff a Zubeldía y a la señora Prenitune (esposa del panqueque histórico). Pero Wado tuvo que alinear a la militancia mercedina en aquel lejano 2013, ahora el viraje de todo el andamiaje camporista se dirigió a rodear, con o sin broche en la nariz, a quien siempre denostaron: el actual gobernador Scioli, precandidato a presidente. ¿Pero cómo repercutió esta súbita voltereta de los jóvenes K en el pago chico? Para alguno tal vez haya pasado inadvertido pero a veces una foto vale más que mil palabras, en la misma el ministro de trabajo bonaerense Cuartango se llegó a Mercedes a poner en funciones a Fabián Díaz como delegado regional de su ministerio. Inmortalizando la velada se los ve a los nombrados pero acompañados de toda la cúpula sindical, a Juan Ustarroz y a “Cucho” España. El intendente invitado a último momento al acto comprendió rápido que la burocracia sindical lo estaba dejando sin su histórico apoyo. En su discurso no dejó de poner en evidencia que nunca fue consultado de esta designación y de quién iba a ocupar el cargo. En cambio Díaz, sobrino del conductor del sindicato de Comercio, agradeció particularmente a “Juani”, a la dirigencia sindical y a Scioli. Qué ingrato con el tío, bueno igual se entiende.
Por si fuera raro todavía había alguna chance de que Selva compitiera en las PASO contra su derrotado del 2011, es decir volver al Kirchnerismo Sciolista. Pero esto es el fin. Bueno, nunca se sabe.
Este si es dato político importante: La Cámpora no solo se suma ¿por necesidad? a la campaña de Scioli, sino que también se alía a la burocracia sindical local. Quizá ni haga falta que venga Wado a explicarle esto a los militantes de base. Pragmatismo puro.
Panqueques de pago chico
Obvio que al lado de la voltereta de una organización forrada en plata del Estado nacional y que involucra cuestiones de ese alcance, las borocotizaciones individuales de los políticos mercedinos parecen poca cosa. Ni siquiera el dirigente que tiene el record de pases, de partido en partido, Juan Carlos Benítez, por ahora transformado en Macrista puede asombrar a muchos. Eso sí, “el Negro” un alto nivel de rechazo entre sus propios socios del PRO Mercedino. Al ex vecinalista Cestari mucho le ha costado convencer a sus adherentes que Benítez no es un Macrista puro o directamente “no es gente como uno”, como si él se hubiera olvidado que hasta ayer reivindicaba un vecinalismo casi rayano en la apoliticidad, sin referencias nacionales o provinciales. A esta ensalada de frutas o copa macedonia le falta el ingrediente de Lucas Fal, que por convicciones personales o disciplina partidaria deberá competir en la interna del PRO. Y el ignoto Flores que argumenta que alguna vez conoció a alguien, que conocía a otro que conocía a Macri. Lo que no quieren aceptar es que participar de la misma interna implica que todos tienen mucho en común, todos pretenden capturar de manera abiertamente oportunista una moda que su miopía no les permite ver como pasajera: el macrismo. O sea todos quedan salpicados por el de al lado, Cestari es Benítez y Fal es ambos. O el que se acuesta con un panqueque amanece enchastrado.
* Sergio Resquín es profesor, militante y dirigente del Partido Obrero en el Frente de Izquierda y de los Trabajadores.
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