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31/07/15
Por Susana Spano
Los libros de historia acostumbran contar las hazañas de los hombres, hablan de sus decisiones políticas, del valor y el coraje pero es raro encontrar en ellos relatos sobre mujeres que hayan emprendido acciones similares. Sin embargo, en la historia de América y en la nuestra, hubo mujeres que se destacaron por distintas acciones heroicas. Desde los salones, unas. Desde el propio campo de batalla, otras. Juana Azurduy es un ejemplo elocuente de lo que aseveramos. Baste recordar que combatió al lado de su marido en las luchas por la independencia, aún embarazada de su última hija; y que el general Belgrano, deslumbrado por sus acciones, le obsequió su sable, en reconocimiento a su fuerza, coraje y voluntad revolucionaria. Violeta Herrera (escritora y abogada) se ha dedicado al estudio profundo de la vida de Juana Azurduy y, a través de él, concibió: “Juana Azurduy, una revolución inconclusa”. El texto que propone Herrera fluctúa entre lo literario y dramático, donde encontramos a la Juana de los últimos días, dialogando con su esposo ya muerto, Manuel Asencio Padilla. La autora declina tomar un tono épico en su discurso dramático y lo cambia por otro, intimista y poético que, sin dejar al margen la historia, se sitúa en el centro raigal de la heroína boliviana. Rescata el amor de pareja y trae, en un eco sutil, el amor por la Patria, entrelazando las cuestiones personales con el fuerte sentido del deber de esta luchadora que, donó todo a la causa de la independencia, incluso lo más preciado: sus hijos. El personaje con el que nos enfrentamos está en el ocaso de su vida, sola y desamparada, olvidadas sus acciones heroicas, visitada tan solo por los fantasmas de los recuerdos y, pese a un momentáneo grito de rebeldía por lo pasado y la ingratitud del presente, la heroína no deja de elevar una plegaria en la que su voz se hace actual al reclamar por cosas que, a lo largo del tiempo, no hemos sido capaces de recuperar como continente o país, aunque nos pertenecen. En esta plegaria radica justamente el título de “Revolución Inconclusa”, en la plegaria nos enfrentamos con una Juana que nos recuerda nuestro inclaudicable deber, como americanos y argentinos, de seguir profundizando nuestro modelo de libertad y honrar a aquellos que tanto hicieron, por la Patria, sacrificándolo todo, en aras de un llamado del que ella supo dar testimonio. Un texto de esta envergadura y un personaje de tamaña fuerza, exigen una interpretación que sepa encontrar los tonos y la intencionalidad del mensaje que subyace en la obra Stella Siri supo dar vida a una Juana que atraviesa distintos recorridos de pensamiento y emociones y fue convincente en su manera de trasmitirlos. La puesta fue adecuada aunque consideramos que, si la iluminación fuera más definida, el espectador podría apreciar, en su justa medida, la expresividad que la actriz imprime a su personaje y la obra ganaría en intensidad. Acertada la elección de la música y buena la dirección de Guillermo Traverso. “Instruida en catecismos, nacida para monja de convento en Chuquisaca, es teniente coronel de los ejércitos guerrilleros de la independencia. De sus cuatro hijos sólo vive el que fue parido en plena batalla, entre truenos de caballos y cañones; y la cabeza del marido está clavada en lo alto de una pica española. Juana cabalga en las montañas, al frente de los hombres. Su chal celeste flamea a los vientos. Un puño estruja las riendas y el otro parte cuellos con la espada. Todo lo que come se convierte en valentía. Los indios no la llaman Juana. La llaman Pachamama, la llaman Tierra.”
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Mercedes - Bs As - Argentina |
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