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10/09/15
Hacer referencia hoy, precisamente hoy a los inmigrantes nos mueve a pensar en la cruda realidad que están viviendo miles de personas huyendo de la guerra, el hambre y la miseria de un continente a otro. Una sola fotografía en estos días nos ha hecho conmover hasta las lágrimas; ese niño inmigrante es un símbolo de la crueldad que impera en nuestro mundo y su muerte es sin dudas un crimen que lesiona a toda la Humanidad. Atónitos nos preguntamos qué podemos hacer nosotros, desde aquí, una pequeña ciudad argentina de las pampas bonaerenses… No podemos salvar a Cristo de su crucifixión pero sí podemos entender que podemos ayudar al más cercano de los necesitados, sean niños, sean ancianos, pobres, carenciados, inundados… Ser solidarios con nuestros vecinos. El contexto histórico político donde se desarrollaron grandes movimientos de personas de un continente a otro no es muy diferente hoy al de hace un siglo y medio. Como consecuencia de la Revolución Industrial y la Revolución Francesa surge una nueva era mundial donde los pueblos son rehenes de la lucha de intereses económicos. La postmodernidad y la globalización no son más que la cristalización del dominio mundial por parte de grupos poderosos que no reparan en destruir el medio ambiente, la naturaleza y tampoco la vida humana. La República Argentina nació como una nación con un destino de grandeza continental; al menos así lo soñó José de San Martín y por lo cual luchó heroicamente aunque, paradojas del destino, terminó siendo un “inmigrante argentino en Europa”. Pero se logró consolidar una nación libre y pacificada donde cualquier persona de cualquier pueblo del mundo podía establecerse y rehacer su vida. Así llegaron ellos. Llegaron en distintas épocas, en diferentes oleadas, por variados motivos, muchos de ellos a un mismo lugar, a una nueva ciudad llamada Mercedes, ubicada a sólo 100 kilómetros al oeste de la gran Capital Federal de la República Argentina. Emigraron dejando tras de sí toda una historia, y trabajaron para arraigarse en un nuevo mundo, donde construyeron una nueva historia. A lo lejos parecen desconocidos, pero no son ni más ni menos que nuestros ancestros, nuestros abuelos o bisabuelos inmigrantes. Miles de italianos, españoles, franceses, irlandeses, turcos, judíos, rusos, polacos… decidieron ser también “argentinos”. A ellos, a su trascendente decisión de dejar su tierra, cruzar el océano y radicarse aquí los recordamos en este lugar, que es también un símbolo de ese largo viaje: el punto de llegada, la última estación… La Argentina los recibió con los brazos abiertos. Desde la época del Triunvirato se fomentó la inmigración, y precisamente en honor a un Decreto de 1812 se conmemora el 4 de Septiembre el Día del Inmigrante, instituido por el gobierno de Juan Domingo Perón en 1949. Hoy, sus descendientes, trabajamos contra el olvido, para que la memoria resurja en honor a quienes nos legaron no sólo nuestra existencia –que es mucho decir- sino también un apellido cargado de tradiciones, costumbres y valores que nos identifican. Vivieron en una sociedad que los incluyó, donde no sólo formaron una familia sino también hallaron amigos y vecinos, con quienes compartieron muchos de esos momentos. Nuestros rostros se reflejan en los de ellos, nos parecemos, nos sentimos identificados con sus rasgos y, como algo mágico, mirando sus miradas sentimos que los conocimos profundamente. Hace unos años tuve la oportunidad de entrevistar a un nieto de un inmigrante italiano, vecino de Mercedes, que me contó que su abuelo recordaba que cuando llegó a esta ciudad se hospedó en el Hotel de Inmigrantes. Pero también le había contado que por la prolongación de la calle 11, por donde hoy está el Bar de Pipi, su abuelo paraba en el almacén de Lalla. Y sí, hace un siglo en esa zona vivía mi bisabuelo, que también era inmigrante italiano. Pocos mercedinos saben que el edificio del ex Instituto “Martín Rodríguez” fue construido en realidad como Hotel de Inmigrantes de la Ciudad de Mercedes. En efecto, hace poco más de cien años, en pleno auge de la masiva inmigración europea hacia nuestras tierras, el Gobierno Nacional había determinado por Decreto del 3 de Enero de 1887, la construcción de 5 hoteles de primera clase en Buenos Aires, La Plata, Santa Fe, Paraná y Corrientes y 7 hoteles de segunda clase en Concepción del Uruguay, Bell Ville, Rosario, Goya, Río IV, Bahía Blanca y Mercedes (Bs. As.). La calificación se imponía en relación a la cantidad de plazas. Los de primera clase tenían capacidad para alojar a 500 personas, mientras que los de segunda estaban preparados para atender 200 inmigrantes, quienes recibirían alojamiento y alimentación gratuita durante aproximadamente dos semanas. Hacia 1888 el Departamento de Inmigración decía, respecto al proyecto de Hotel en Mercedes: “En ese hotel tienen cómodo e higiénico alojamiento doscientos inmigrantes, y una vez habilitado, será de verdadera importancia para esa zona de la Provincia, facilitando el pedido y la remisión de los inmigrantes a los partidos vecinos, que hoy deben concurrir para efectuar sus pedidos a esta Capital (Buenos Aires)”. Para el año 1889 el Hotel de Inmigrantes de Mercedes ya se estaba construyendo, según un Informe de la Dirección General de Inmigración. El presupuesto era de $50.000 y ya se habían abonado $43.241. Según ese Informe sobre los “Hoteles en construcción en la República Argentina” el de Mercedes estaba siendo emplazado sobre un terreno de 10.000 metros cuadrados (una hectárea) donado por la Municipalidad. Los empresarios constructores eran los italianos “Degiorgi, Russo y Cía.”, los mismos que estaban construyendo el Hotel de Inmigrantes de Bahía Blanca, de similares características. A través de un aviso publicado en el diario “El Oeste de la Provincia” en Noviembre de 1890 la Comisión de Inmigración llamaba a licitación “por el término de 30 días para la provisión de víveres y artículos en el Hotel de Inmigrantes de esta ciudad durante el próximo año de 1891 en la forma y detalle siguiente: carne, pan, papas, verduras, arroz, porotos, café, azúcar argentina de primera, sal gruesa, leña y carbón de cocina.” Firmaban el aviso el Presidente de la Comisión Augusto Morés y el Secretario Pablo Traverso. Ambos eran Procuradores y reconocidas figuras políticas de la ciudad de Mercedes; el primero había sido Intendente Municipal en el año 1887. Para el año 1891, cuando ya habían sido terminados los hoteles de Santa Fe, Paraná, Bahía Blanca y Mercedes, el Gobierno Nacional cambia de política, debido a que los primeros inmigrantes, una vez instalados y con trabajo, habían ido llamando a sus familiares y paisanos, razón por la cual –decía el Ministro Alsina- “no serán útiles los grandes hoteles adquiridos, como se supuso al decretarlos.” El correo y el telégrafo permitían acercar a los inmigrantes con las personas que requerían mano de obra, quienes se hacían cargo inmediatamente del alojamiento de los trabajadores. De esta manera, al no ser necesario el paso por los hoteles, el Estado disminuía sensiblemente el gasto público. En 1890 se cerraron por falta de huéspedes los hoteles de Goya, Tandil y San Antonio de Areco, cuyos edificios pasaron a manos de la Dirección de Correos y Telégrafos en 1895. En ese mismo año el hotel de Río IV se puso a disposición del Ministerio de Guerra para alojar un batallón de línea; lo mismo ocurrió en 1896 con el de Córdoba; mientras que en 1899 el edificio de Mercedes fue cedido a la Sociedad de Beneficencia de la Capital Federal como asilo de niños expósitos. Hoy no hay siquiera una placa o cartel que recuerde que en ese edificio, ubicado en calles 6 y 11, hace poco más de un siglo funcionó un “Hotel de Inmigrantes”, construido por el Gobierno argentino para alojar a quienes venían a buscar trabajo y radicarse en nuestra ciudad. Hoy, como hace ya varios años lo hicimos, deseamos proponer a nuestras autoridades que se considere la posibilidad de crear en parte de dichas instalaciones un “Museo de la Inmigración”, en honor a los miles de huéspedes que pasaron por allí y de quienes sin haberlo hecho, de igual modo, son merecedores de contar con un lugar que concentre y reviva aquellas alternativas que tuvieron que vivir los inmigrantes que llegaron para quedarse en este mismo espacio que nos pertenece. Por último, pienso, reflexiono, en el país que vinieron a construir, en los sueños que vinieron a hacer realidad; y ahí es donde me encuentro con mis abuelos inmigrantes, porque nosotros somos parte de esos sueños, somos el resultado de esa decidida determinación de dejar su pueblo para integrarse en uno nuevo, que es este, hoy, con sus virtudes y sus falencias, y que nos convoca a seguir luchando para concretar esos ideales ancestrales de paz, amor, trabajo, prosperidad, salud y felicidad.
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Mercedes - Bs As - Argentina |
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