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30/10/15
Mónica Ester Ríos, a un año de su transplante de riñón, puede contar el principio del final de una historia feliz que fue muy complicada por momentos. La mujer agradece a su familia (sobre todo a su esposo), a Dios, a la vida y a la Unión Obrera Metalúrgica de Mercedes, cuya obra social nunca le falló y le aportó toda la asistencia sanitaria que necesitó en cada paso desde que descubrió su grave problema de salud. Todo empezó hace unos años, cuando Mónica empezó a sentirse mal, con dolor de cabeza y mal: “Salí a la calle y me di cuenta de que no estaba como antes. Me preguntaba qué me pasaba”, recuerda hoy. “En ese entonces se había separado mi hija, vino llorando con sus tres hijos, y me pareció que yo misma me había puesto así. Sentía algo raro en el cuerpo y me volví a mi casa porque tenía miedo de caerme. Luego comía y nada me caía bien, me revolvía el estómago y me sentía descompuesta”, relata. Así es que comenzaron los estudios en su organismo y los médicos detectaron que tenía problemas renales. No les funcionaban, eran muy pequeños. “Yo no me había dado cuenta, y me internó el doctor Faurie, me hizo estudios y cuando me medicaron me quedé ciega. Llamé a la enfermera y luego volví a ver, eran los mismos trastornos del riñón que ya no funcionaba más: orinaba a cada rato, no descansaba, y entonces el doctor me dijo que iba a hablar con mi esposo, ya que tenía que ir a diálisis, para que la orina no se me vaya a la sangre. Era algo muy complicado y comencé con el tratamiento de diálisis, que es algo que no le deseo a nadie, aunque con eso fui viviendo”, rememora Mónica Ríos sobre su pesar, que la condujo a sesiones reiteradas de diálisis en el centro renal de avenida 2 esquina 3, al que destacó por su labor. “Iba tres veces por semana, 4 horas cada vez. Por 5 años. Fue muy difícil”, indica la mujer. Pero la solución llegaría con un inminente trasplante de un donante cadavérico que estaba por llegar. Empezaron los estudios previos en el CRAI Norte, el Centro Regional de Ablación e Implante Norte, en San Martín. “Yo en principio viajaba en el 57, pero luego me llevaban en auto. Me hice todos los estudios, empecé a cuidarme con los líquidos y la comida. El donante por el que esperaba era un fallecido, me llamaron y tras dos horas de diálisis fui para allá. Aquí en la UOM se han portado muy bien, 10 puntos, y siempre me acompañaron desde la obra social en el tratamiento, tanto como lo hicieron mi marido, mis nietas y mi hija, así como mi madre. No tuvimos que pagar nada ni endeudarnos como otras personas, se hicieron cargo de todo y no nos podemos quejar”, explica sobre las alternativas de este transplante, que pudo concretarse el 4 de octubre de 2014. “Ahora me siento bien, normal. Debo cuidarme, pero como todos”, destaca la mujer, que se siente agradecida y ha vuelto a poder volver a ver a su hija que vive en La Pampa, algo que le estaba vedado por la distancia y el tiempo de viaje. “Gracias a Dios puedo andar nuevamente en la ruta. Y con respecto a los medicamentos y demás, nunca tuve problema”, aclara la mujer, esposa de un metalúrgico que trabaja en la fábrica Sansur hace unos 14 años, empresa en la que tampoco encontró inconvenientes para superar este problema que la aquejó. Mónica, de 56 años, y su esposo, de 50, afirman que no tienen palabras para agradecer, pero lo intentan: “Agradecemos a José Vanegas, a Fernando Núñez, a los administrativos Alfonso y Gustavo, y a la Comisión Directiva de la Unión Obrera Metalúrgica de Mercedes. Yo nací de nuevo”, concluye la mujer.
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Mercedes - Bs As - Argentina |
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