El cartelito debería decir “Aquí termina el partido de Luján y empieza el de Mercedes, y viceversa”. Pero no hay cartel ni mojón, apenas un poste de madera pintado de blanco oficia de muda referencia, en el medio de la calle de tierra que sale a la colectora. Kilómetro 83.5.

“Media calle es Luján, la otra mitad Mercedes”, explica Correa, señala una tranquera al otro lado de la autovía 5 y completa: “Para allá el camino va a San Eladio, pero está cerrado”. “Para acá” la (media) calle 501 también está clausurada a los 100 metros, aunque su traza virtual se extiende hasta las vías del Ferrocarril Sarmiento.

El barrio “Los Molinos” es mercedino, así lo dicen los nombres de sus calles: su zona más poblada se  extiende desde la calle 500, la colectora, hasta la 504; desde la 501 a la 505, de este a oeste. Jorge Omar Correa vive hace 40 acá y conoce el asunto. Se jubiló como empleado municipal en Mercedes.

La camioneta hace fuerza en el barro por la 503, no hay donde dar la vuelta y retorna marcha atrás de la sesión de fotos.

- Es lindo el barrio…

- Feo no es, pero está abandonado.

Caprichos de la geografía, el barrio “Los Molinos” es Mercedes, pero es Olivera. Los nombres de sus vecinos históricos así lo dicen: la “Colonia Olivera”, el “peaje de Olivera”… El pueblo queda a un kilómetro por asfalto: los chicos van a la escuela de Olivera, los que se enferman a la salita de Olivera. Pero Olivera pertenece a Luján.

Entonces los vecinos del barrio podrían, por ejemplo, ser rechazados por el sistema público de salud de Luján, ya que el gobierno de ese partido decidió priorizar la atención a las personas domiciliadas en ese distrito. Pero tampoco reciben, por ejemplo, el servicio de los recolectores de residuos de Mercedes…
“Los muchachos van para Goldney tres veces por semana, los camiones pasan por acá pero no juntan” cuenta Correa. “Lo que puedo yo lo reciclo y lo otro lo quemo”. La basura, dice, se acumula a veces al pie del puente peatonal que cruza la autovía. También hay otros “basuralitos” en la zona, a un lado y otro de la frontera.

El puente metálico es, quizás, el principal indicador sobre la autovía de que allí hay gente. Al menos de día, porque carece de iluminación: “Se robaron diez metros del alambrado tejido del puente y quedó el hueco”. “Las mujeres vuelven de trabajar de noche y prefieren cruzar por la ruta, les da menos miedo”, sugiere el vecino. 

Paradojas de “Los Molinos”, del mundo actual, aunque sus vecinos viven en la orilla de una importante autovía, tienen problemas para transportarse. “La 57” a veces no para en la banquina, menos si ya lleva gente parada en el pasillo; la “Flor de Luján” puede fallar.

Hacia Mercedes, en auto, la bienvenida es el peaje.

Correa cuenta a los vecinos por sus nombres. “Sivia, Aída, el hombre que está al fondo…” “Antes éramos pocos, pero ahora hay cerca de 30 casas”, estima. A la vuelta de la excursión, “por la colectora porque para dar la vuelta hay que ir hasta el peaje”: el desarmadero, el country que no fue, el matadero, Olivera.

“Las plantas del Parque Independencia pasaron todas por mis manos”, recuerda y saca pecho mercedino Correa. A los 76, carga garrafas y bolsas como un pibe. “Hoy escuché que Rolo Monetta comentaba por la radio una nota de NOTICIASMERCEDINAS.COM sobre Gowland, esperemos que hable de nuestro barrio”, confió. 

 

 

 

 

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