“Soy grande, me jubilé de maestra y fui varias veces abuela. Intento jugar con las palabras. Quisiera ser con ellas malabarista. Elegirlas, lanzarlas, volverlas a recoger después de que han hecho su recorrido. Me gusta que se unan, que se busquen, que entren dentro mío y se den el permiso de sacar lo que está tan celosamente guardado”, dice sobre sí misma, autodefiniéndose, María del Carmen Gioscio.
Desde este domingo tiene un espacio semanal –más que ganado, Carmen, si sos grande, muy grande, y hasta ciudadana ilustre de Mercedes por todo lo que has hecho y hacés cada día– para expresar su pensamiento y su literatura en NOTICIASMERCEDINAS.COM.
Quienes hacemos este medio
esperamos que sea del agrado de los lectores de este medio poder darse una pausa en el trajín informativo, a veces rígido y acartonado, para ampliar los sentidos hacia otros rumbos.
Sí, como Sísifo, yo corté con los dioses y elegí ser dueña de mis días, "dioses", nada que ver con Dios, que sigue acompañándome.
Elegí que mi destino me pertenece. Todo eso acompañado de vértigo y mucha desestabilización. Alguien, a lo que me pasó, lo llamó clarividencia. Que sucede en la conciencia, dijo, y que me iba a quedar muy sola.
Yo sabía que no lo había provocado, ni siquiera buscado, que me vino porque sí y por los otros seguramente. Pero que no había vuelta atrás.
Ese apasionamiento por la vida regía mis decisiones y me hacía pertenecer a un universo sin amo. En el que, como existe la luz debe haber también sombra.
Mi entrada en la "clarividencia" fue enmascarada. Seguramente el instinto de conservación cuidó mi contacto con ese mundo nuevo, lo hizo paulatino como para evitar daños colaterales como la explosión de mi ser en mil pedazos.
Una vez acomodada en esa nueva realidad, todo fue más fácil. Acepté que a lo mejor el paso por esta vida no necesariamente es para acabar algo y que el esfuerzo, sí, más fuerte que la roca llena un corazón de hombre.
María del Carmen Gioscio
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