“Soy grande, me jubilé de maestra y fui varias veces abuela. Intento jugar con las palabras. Quisiera ser con ellas malabarista. Elegirlas, lanzarlas, volverlas a recoger después de que han hecho su recorrido. Me gusta que se unan, que se busquen, que entren dentro mío y se den el permiso de sacar lo que está tan celosamente guardado”, dice sobre sí misma, autodefiniéndose, María del Carmen Gioscio.

En este, su espacio semanal en NOTICIASMERCEDINAS.COM, comparte con los lectores algunas impresiones en tono literario, para despertar otro tipo de sentimientos que el que generan las noticias de lo que sucede en el plano periodístico.

En este domingo especial, muy lluvioso y oscuro, Carmen hace un nuevo aporte para dar un poco de luz y abrigo con sus palabras.

Lo mínimo

Tenía la rara sensación de que no había dado lugar, en mi vida, a algunas cosas. Por pequeñas, insignificantes, claro.

Había sido efectiva aplicando mis energías a lo ordinario, a cumplir en tiempo y forma, a solucionar lo que resultaba necesario. Las pruebas estaban a la vista; nadie podía acusarme de desatención o desidia.

Pero, y así son las cosas, yo sentía nostalgia de los no encuentros con todo lo pequeño, por otro lado tan a nuestra mano. Generosos ellos porque se prodigan a diario y están siempre tan cercanos. Les llegamos con la totalidad de los sentidos o sólo con alguno. La condición que no puede faltar es recortarlos de los demás y darles nuestro tiempo.

¿Qué pasa con un oído que percibe los murmullos del bosque y los traslada a una sinfonía? ¿O el ojo que mira la campiña y la reproduce en esa tela llena de amarillos y ocres? ¿O la mano del que está en silencio, huído de palabras, y me recorre la cara?

Lo he decidido: a lo mejor estoy a tiempo, atendiendo a esas pequeñas cosas, de sentirme más acompañada.

 

 

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