“Soy grande, me jubilé de maestra y fui varias veces abuela. Intento jugar con las palabras. Quisiera ser con ellas malabarista. Elegirlas, lanzarlas, volverlas a recoger después de que han hecho su recorrido. Me gusta que se unan, que se busquen, que entren dentro mío y se den el permiso de sacar lo que está tan celosamente guardado”, dice sobre sí misma, autodefiniéndose, María del Carmen Gioscio.
Tiene un espacio semanal –más que ganado– para expresar su pensamiento y su literatura en NOTICIASMERCEDINAS.COM.
Quienes hacemos este medio esperamos que sea del agrado de los lectores de este medio poder darse una pausa en el trajín informativo, a veces rígido y acartonado, para ampliar los sentidos hacia otros rumbos
Mentor
Que ilumina y da calor el fuego, ya sé, pero que hable, que diga algo es una novedad.
Estoy frente a él gozosa de sentir su calor que va entrando de a poquito, con timidez, a todas las partes de mi cuerpo. Así se sienten nuevas, como recién nacidas. Y los brazos y las piernas parecen otros según les llegue el resplandor de las llamas que anula rigideces y hace todo laxo, inacabado.
Esbozo una sonrisa y achino los ojos atónitos al bailoteo del fuego que contagia todo del color que allí prevalezca.
Estoy frente a él sin pensamientos, ajena a lo que me circunda y ahí escucho lo que transmite ese chisporroteo. Es una invitación, una orden casi a la materialización de lo que hasta ahora había quedado muy adentro. Una catarata de sentimientos que explote en juegos de artificio que se prodiguen al espacio.
Estoy sola escuchando al fuego pero tengo papel y lápiz y ahí queda lo que él me ha dictado.
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