“Soy grande, me jubilé de maestra y fui varias veces abuela. Intento jugar con las palabras. Quisiera ser con ellas malabarista. Elegirlas, lanzarlas, volverlas a recoger después de que han hecho su recorrido. Me gusta que se unan, que se busquen, que entren dentro mío y se den el permiso de sacar lo que está tan celosamente guardado”, dice sobre sí misma, autodefiniéndose, María del Carmen Gioscio.
En este, su espacio semanal en NOTICIASMERCEDINAS.COM, comparte con los lectores algunas impresiones en tono literario, para despertar otro tipo de sentimientos que el que generan las noticias de lo que sucede en el plano periodístico de la ciudad.
En este domingo, Carmen hace un nuevo aporte.
Paisaje-Pasaje
Decía que su vida había sido como un pasaje, un recorrido por un bosque de árboles altos. El sol colándose de a ratos descubriendo colores impensados. Haciendo aparecer lo que estaba oculto o disimulado. Siendo el garante de compañía placentera.
Y cuando no, el ojo acomodándose a esa nueva realidad que no prodiga nada. Que sólo la persistencia de la voluntad quiebra.
Que su vida, decía, sabe de escuchas y de roces que le llenan el alma.
Que es larga y así fue deseada. Que sigue aunque sea necesario descargar peso y se vayan, pese a la nostalgia que provocan, las capacidades.
Que esa falta de tibieza tan enraizada en su persona le es constitutiva y no reniega de ella porque cuando empieza a mutar en frío la acción produce el calor necesario.
Que dio a otros lo que a ella le dieron y se complace en verlos así ataviados.
Que el cielo la sigue adonde vaya y permite mirarlo.
Que sus manos recorren sin dañar y saben soltar.
Que las abre para recibir y ese acto pone en movimiento todo su cuerpo que parece ahora más liviano.
Que no conoce el final y desea esté lejano.
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