“Soy grande, me jubilé de maestra y fui varias veces abuela. Intento jugar con las palabras. Quisiera ser con ellas malabarista. Elegirlas, lanzarlas, volverlas a recoger después de que han hecho su recorrido. Me gusta que se unan, que se busquen, que entren dentro mío y se den el permiso de sacar lo que está tan celosamente guardado”, dice sobre sí misma, autodefiniéndose, María del Carmen Gioscio.
En este, su espacio semanal en NOTICIASMERCEDINAS.COM, comparte con los lectores algunas impresiones en tono literario, para despertar otro tipo de sentimientos que el que generan las noticias de lo que sucede en el plano periodístico.
En este domingo especial, Carmen hace un nuevo aporte.
Esas marcas
Mirándome las arrugas de la cara, que son muchas más de las que desearía tener, pienso dónde estaban ellas cuando no habían aparecido todavía en esa vidriera que es mi piel.
La cara ofrece, como si el mercado lo cotizara, el registro de experiencias múltiples. Explosiones de pasión, languideces de tedio, interrogantes, estupor, imposibilidad de aceptaciones.
Me pregunto dónde estaban antes, ¿escondidas?, ¿esperando?
Qué pacto tendrían con la vida que les anticipaba su futura localización.
¿Y si yo me hubiera negado a sentir en demasía? Si el teatro de la vida me hubiera pasado lejano, ajeno. ¿Si hubiera segado la oportunidad de compartir con ellas tiempo y espacio?
Pero a las mías yo las fabriqué, gramo a gramo, sin saberlo o conscientemente. En este caso permitiéndoles la irrupción tímida, la frecuencia prudente de aparición, la simpatía con que se recibe el cambio que se insinúa inocente, inocuo.
Y un día están todas posicionadas y no vale la terapéutica de los cosméticos ni el desconsuelo del llanto.
Es época de considerarlas amigas, de recorrerlas pasando los dedos por sus surcos, intentando descubrir cuál torbellino de pasión les dio origen. Esos que sí son míos, muy míos; sentidos, consentidos, amados.
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