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06/05/18
“…Animarse a seguir dependerá, más que de la calidad, de la cantidad de copas pasadas a mejor vida. Animarse va a ser traspasar dos sectores psiquicoquímicos muy opuestos: La compostura y la borrachera”. Eso es lo que pensó aquel cristiano que se debatía entre repetir una copa de la del doctor Agostini o invitarla a bailar otra vuelta a la del Pitu y Eduardo. Aplaudió tímidamente la aparición del primer orador y fijó, otra vez, los ojos en la mesa. Lo que ocurrió fue que el sábado, cerca de las 19hs, volvieron con las suyas Los literales en el MAMM. Esta vuelta la pagaron ellos y entendieron que era necesario volcar sobre la mesa un buen pensamiento, pero jamás el vino. Y ahí se abalanzó, cansado de su papel de actor de reparto, el vino. El santo elixir. El río de todas las lágrimas. La sangre de su sangre. El mismo que, incluso, había quedado desplazado por la mismísima vaca y su queso. El vino. La principal excusa antes de toda sonrisa fue el ícono a estudiar en esta edición número 10 de LiteralMAMMbo, el grupo que adoptó al Museo de Arte como aula-taller de sus tormentas de ideas. En medio de esa atmósfera y festejando la idea, el señor pensó que sería importante decidir bien. Se detuvo a analizar sin dudar ni un instante, porque ese podría llegar a convertirse en el quiebre de su noche. Entenderlo de esa manera podría ahorrar papelones en público y, a su vez, como contrapartida, evitar voluntariamente ciertos aciertos sociales. Incentivados por el coordinador de la ronda, el escritor Nico Correa y con el relato de sus experiencias como productores artesanales de vino, Pitu Echaire y Miguel Agostini cautivaron al auditorio. Lo hicieron suyo y lo escondieron en una escenografía de imágenes sensoriales donde la uva, su fermentación, su culto incesante y su más hermosa figura, hable por sí sola. Destacaron las enseñanzas que brinda la experiencia, los saberes que aporta y la felicidad que genera ese pequeño gran montón de uvas que esperan por ellos mientras festejan el ritual con salame y carne al asador. “Cualquiera que tenga entusiasmo puede hacer vino”, invitó el Pitu y más de uno imaginó un futuro socio entre los estaban presentes. Dio placer adivinar tanto amor y tanta pasión en esos hombres que elaboran su propio trago de vid. Mientras esto ocurría, el tipo miró a lo largo del pasillo y vió que su señora charlaba con dos mujeres más. Se tranquilizó al imaginarse con más intimidad de la esperada. Su cabeza, dos vinos, la noche por venir y el bullicio de la gente. Y esa bendita copa límite que aún no se decide a tomar. El Gallego López se animó a leer. Y se refirió a las ferocidades del vino. Y leyó, espléndida, Alicia Lennard. Y con sus valientes nervios a cuestas, Paulita Duro leyó, también. Y por suerte, ésta vez avisaron con tiempo: La producción de evento informó a través de la prensa que otra de las que iba a estar iba a ser Lelé Fal. Así, le evitaron varios golpes bajos a un público rendido ante su figura. Porque Lelé no es de este planeta. Todos sabemos eso. Y lo demuestra cada vez que aparece su faceta de artista en el Museo o en el Teatro o en la casa de algún literal. Sólida, inmensa, grande y risueña, puso en su boca la poesía de su mismísima hija Celina, presente entre el público. Para ese entonces, debió haber pasado media hora desde aquella pose que había adoptado el señor frente a la mesa. Ya no era tanto si elegir tomar vino o dejar todo como estaba, sino cuál vino elegir. Allí el señor, y aquí, ella. Envuelta en un blanco fresco y generoso, Luján Luna regaló melodías al público y al vino, acompañada de la guitarra de un Eduardo Cirillo cada día más prolijo, exquisito y sabio. Y la pintura con vino de la artista plástica Susy Lofiego y el catering gourmet con exquisitas brusquetas y mouses y cositas ricas a cargo de Julia Giménez y ellas dos contando también con pasión cómo es que pintan tan lindo y cocinan tan bien. A gusto, el público dedicó aplausos cada vez más extensos que lo normal. Y también más espontáneos. Y más divertidos. Los aplausos donde el vino se mete entre los dedos y nace, sonriente, cuando menos se lo espere. Entre esos aplausos, la voz inconfundible de Amarilis Díaz como invitada sorpresa, cerró una noche de buenos tragos. Con un marco destacado de público y con la felicidad expuesta de los invitados, todo el equipo de LiteralMAMMbo levantó la copa en son de brindis. Por todos. Incluso por ese señor que logró tomar una decisión: Animarse a seguir o detener la marcha evitando el quiebre. Su propio quiebre. Y, finalmente, siguió. Se acercó desafiante a la mesa y agarró un Agostini. Lo hizo con la derecha porque con la zurda se le adueño en un anticipo al tipo de campera otra de Echaire y Fal. Una para cada mano, dijo, y levantó las dos copas para sumarse al brindis.
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Mercedes - Bs As - Argentina |
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