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Una noche como esta

Por Sergio Resquín*

Fernando Tornatore en el bar El Cabildo, junto a la prensa

Han pasado diez años de una noche como esta.

Tal vez fue una noche como esta. Aunque era martes o miércoles. Estabas tirado en la cama rodeado de libros y periódicos como siempre. La televisión prendida y la estufa a full. Quizá recordaste tu tarea militante del día. Esa que no harán nunca los “dirigentes” patronales, esa escoria que solo sabe hacer sus volteretas de panqueques para permanecer en la rosca.

Te fuiste en bicicleta a Gowland a repartir periódicos. Habrás tomado algún mate en más de un lugar. Venías de un domingo contradictorio, habías impulsado la lucha contra el peaje una vez más y rodeado de pibes hiciste oír la voz del Partido Obrero. Pero no estábamos todos los que vos querías que estén. Tu preocupación era seguir construyendo el partido. Tal vez eso te hacía parecer más serio, sin esa sonrisa de antes.

Te sentiste mal en casa de una compañera pero no quisiste recurrir a un médico, muy tuyo por otra parte.

Seguramente repasaste cómo seguía la semana y te tiraste en la cama rodeado de libros y periódicos.

Lejos habían quedado las riñas históricas en mas de un boliche (alguna muy “histórica” y que varios recuerdan). Otra noche te comiste la peor, a traición por salir a abrir la puerta, aún sabiendo el riesgo, porque te estaban buscando. Y uno o dos lúmpenes te sorprendieran en el umbral de la 16. No te dieron tiempo a nada. Pero algo había cambiado, ya no te importaba, ya la venganza había mutado en otra cosa. Como si ese ataque artero estuviera destinado a ser una bisagra más de las tantas de tu vida.

Te vi muy golpeado al día siguiente y temí la cacería que no podríamos parar. Pero no.

Eras un referente del Partido Obrero y eso había pasado a jugar su lugar. En otros tiempos la hubiera pasado mal el desclasado que te atacó. Mas sorprendente aún pero igual de racional fue tu respuesta, el ataque de la patota en las puertas de Magromer. La repodrida burocracia sindical y del cuero y sus históricos métodos. Dijiste a los compañeros de piquete “ya fue, no podemos arruinar la lucha de los trabajadores”. Por supuesto que me opuse días después a no hacer una denuncia pública, para que la clase obrera comprendiera una vez quienes tienen copados los sindicatos. Pero fuiste irreductible. Un par de años después la burocracia sindical se llevó la vida del compañero Mariano Ferreyra, un par de años después.

La “primavera alfonsinista” nos había encontrado ávidos de todo, pero mas de debates, discusiones, vino tinto y cosas tan diversas como Silvio Rodríguez o Nirvana, después serían “La polla records» o Sumo. Buscando algo que no sabíamos que era, leyendo cualquier cosa que aparecía en manos de alguno. Marx o Camus, Nietzche o Freud, “Las venas abiertas de América latina” casi siempre un párrafo. Y Borges.

Pero siempre esa revolución que nunca nos dejó tranquilos.

Vinieron etapas oscuras. Fueron difíciles de aguantar. Casi que era imposible seguirle el ritmo y varios dejamos de frecuentar esa pieza de la calle 15. Una noche me encontró ya borracho en un bar, yo estaba con mi novia de entonces y me sacó aparte y me dijo “acaso no tenemos que hablar vos y yo”.

La masacre de La Tablada y la posición impecable de Prensa Obrera lo conmovieron. Me dijo “es acá, loco”.

Pasaron aun unos cuatro años hasta que se empezara a convertir en el gran constructor del Partido Obrero.

Habrá sido una noche mas o una de tantas. No estabas bien, pero te derrumbaste en la cama con las preocupaciones de la construcción que fueron el motor de tus últimos años. Esa noche larga ningún compañero cayó ocasionalmente a charlar con vos. Y tu vida de hombre solitario se hizo más evidente.

¿Te habrá dado tiempo a pensar “la huesuda”? Seguramente no, es traicionera a veces. O siempre. Pero de lo que no hay duda es que la muerte te encontró vivo, no fuiste un ser anónimo y mediocre. Te cocinabas en tus contradicciones como un verdadero espécimen humano. No tenías todo claro y eso que solemos llamar “lo oscuro” de cada uno volvía a aparecer en cada regreso a los sótanos. De lo mejor. Un mural que intentamos y fue borrado a las ocho horas te dejó para siempre un gesto adusto producto de una foto de un semanario en tu última conferencia de prensa. Hay pocas pero hay con esa sonrisa de pibe travieso y zarpado a la vez.

Fue una noche como esta, hace ya diez años.

Trataremos de que sigas siendo un símbolo de lucha y de humanidad. “Nada de lo humano me es ajeno”, decía Marx en una pared de tu pieza de la 15 .Y era así.

El diez por la tarde te encontrarían los compañeros alarmados por tu silencio. Pero fue una noche como esta en la que Fernando Tornatore nos dijo chau.

Sergio Resquín es profesor y militante del Partido Obrero local, amigo de Fernando Tornatore.

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