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Y arrancó la Cuaresma

Hace apenas una semana y un día hemos comenzado un tiempo de los llamados «fuertes» en la Iglesia: el santo tiempo de la Cuaresma.

¿Qué es la Cuaresma? Técnicamente, son 40 días con sus 40 noches, donde recordamos a Jesús que antes de ingresar a Jerusalén para cumplir con la Pascua de los judíos y que se abriría una nueva Pascua, la Pascua cristiana, la Semana Santa para nosotros, esos 40 días Jesús los pasa en el desierto donde es tentado por el Demonio. Estos 40 días que hemos iniciado con ese gesto tradicional del miércoles de ceniza donde nos hemos ido acercando en filas los laicos y también los sacerdotes y se nos ha dicho «recuerda que eres polvo y al polvo volverás» o bien «conviértete y cree en el Evangelio» y este es el talante propio del santo tiempo de la Cuaresma: la conversión.

¿Qué es la conversión? El cambio. Y no estamos invitados a un cambio superficial, sino a un cambio desde la raíz, desde lo profundo. Cuando nos lo planteamos de esta manera podemos hasta asustarnos. El tema es que en cada cuaresma estamos invitados a elegir algo en particular en nuestra vida que no nos gusta y que sé que no solamente no me hace bien o no me hace feliz sino que fundamentalmente no hace feliz o no hace bien a otros. Tal vez un mal carácter, una mala contestación, un ser descuidado, ser desatento, dejar hacer en casa total alguien lo va a hacer… cada uno sabrá, como bien decía mi abuelo, «dónde le aprieta el zapato».

Entonces la Cuaresma no es un transcurrir de días meramente litúrgicos, con todo el valor que esto tiene, sino que le ponemos un valor agregado. Y ese valor agregado es habernos hecho algún propósito para cambiar algo en nuestra vida.

Que nuestro desierto cuaresmal sea precisamente esto. Estamos a tiempo, así que mientras vayamos leyendo estas breves líneas podemos animarnos a formular en nuestro corazón un propósito para este santo tiempo de Cuaresma.

Que la Virgen de Luján los bendiga. Un abrazo.

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