Según dice Manrique, el poeta, «cómo se pasa la vida, cómo se viene la muerte, tan callando». Y así es cómo va pasando el año, lentamente y tan callando. Y ya nos encuentra en este abril, primero. Y les invito a que reflexionemos sobre este tema: sobre el pasar y transcurrir, o el dejar huella.
Pasar y transcurrir o dejar huella.
En nuestra vida, miramos en la historia y encontramos por ejemplo el arte rupestre, encontramos monumentos en la antigüedad y se llamaban stellas, eran esas marcas, esas señales, para precisamente hacer notar que pasó, dejar huella que pasamos y esto por un sentido: para la posteridad. De eso mismo nos habla el arte rupestre, cuando miramos y admiramos las cuevas de Altamira, incluso todo el arte que existe en las Cuevas y el arte así denominado en nuestro país, vemos de algo que nos habla del dejar huella. De que alguien estuvo y que no quiso pasar desapercibido, dejó una señal.
En nuestras vidas también pasamos entre nuestros afectos, entre nuestros seres queridos, con el deseo de dejar huella. No solamente pasar y transcurrir sino el marcar, el dejar huella. No el marcar como quien marca una hacienda, sino marcar a partir de actitudes, a partir de hechos, a partir de dichos. Esto es propio del ser humano, la idea de dejar huella.
Qué bueno es que pensemos qué huellas dejamos a nuestro paso, qué huellas dejamos entre nuestros seres queridos, en los ámbitos donde nos movemos, entre los amigos, qué huellas y qué marcas dejamos… ¿Son huellas y marcas de vida, de optimismo, de verdad, de ánimo, de ganas, o, por el contrario, son otro tipo de marcas?
Que la Virgen de Luján te bendiga abundantemente.