Alguien decía «podrás olvidar con quien reíste pero no vas a olvidar con quién lloraste».
Estamos ya cercanos al triduo de la Pascua y nos encontramos transitando el Lunes Santo. Todavía resuenan en nosotros los cantos de alabanza a Cristo Rey cuando entraba triunfante a Jerusalén ayer domingo, Domingo de Ramos.
Hoy lunes nos encontramos a Jesús, que necesita recurrir o necesita volver en su humanidad a los aspectos cotidianos, necesita la ternura de una mano extendida, el calor de un plato de comida, ese «mal críe» propio que se da entre amigos, la buena comida casera, el guiño cómplice con Lázaro, alguna rabieta de Marta, porque María estaba en su mundo…
Jesús no quiere privarse en los últimos momentos de su vida terrena de recordar tantos y tantos momentos que han pasado juntos, porque era amigo de estos tres, que no son discípulos sino que son amigos de Jesús. Son laicos, absolutamente laicos, solteros según nos dice la escritura, que la vida hizo que quedaran solos viviendo juntos los hermanos María, Marta y Lázaro.
Jesús después de haberlo resucitado se da este lazo de amistad con ellos y es precisamente unos días, como dice el Evangelio de Juan, seis días antes de la Pascua, que Jesús recurre a visitarlos. Y es allí donde María se adelanta a esta ternura, a esta delicadeza de ungir los pies de Jesús con perfume y secarlos con sus cabellos, esas delicadezas y esas ternuras propias que tenemos con los amigos cuando el amigo anda «en la mala».
Y cuando andamos «en la mala» no hacemos sino recurrir a quién sabemos no nos va a cuestionar sino que va a enjugar nuestras lágrimas y hasta va a llorar con nosotros. Es lo que hace Jesús hoy lunes: recurre a sus amigos.
Qué bueno es contar con la ternura de un amigo, o de amigos, en nuestras soledades. Qué bueno es ser refugio de amigos para cuando alguien esté en la mala.
El Lunes Santo nos desnuda a Jesús en su más profunda humanidad, recurriendo a este sentimiento tan profundo que no reconoce de almanaques o de un 20 de junio, sino que se da continuamente cuando alguien está en la mala.
Decía Don Atahualpa, «amigo es un corazón latiendo en dos pellejos». Eso es lo que pasa con Jesús, con Lázaro, con María y con Marta. Y Jesús va allí donde se da este acontecimiento de la unción en Betania.
Qué hermoso quedarnos con esta imagen: Jesús entre amigos, a modo de despedida.
Que en nuestros dolores tengamos un palenque donde rascarnos, y que seamos palenque para que se rasque otro.
Que la Virgen de Luján te bendiga.