Hoy Martes Santo estamos invitados a reflexionar el Evangelio de San Juan.
Volvemos a centrarnos otra vez en el cenáculo donde Jesús está celebrando la última cena. Estamos invitados a focalizarnos hoy en esta relación íntima de amistad entre Jesús y Juan. Es curioso que Juan es el único discípulo que se autodenomina «el discípulo amado» y así es como se cita él en su propio Evangelio y se ubica él recostado sobre el pecho del Maestro en la Última Cena.
Recordemos que el modo de comer en esos tiempos era en mesas muy bajas, disponibles puestos estos en almohadones donde la gente se recostaba y se apoyaba en el codo, y se comía con la mano derecha o con la mano izquierda, depende cómo se estaba ubicado. Está Jesús en el centro –hemos visto tantas veces esta pintura; Leonardo Da Vinci, que la ha puesto de modo plástico tan bello– y Juan recostado sobre el pecho del Maestro.
Cuántas cosas habrán pasado por el corazón de Juan y el corazón del Maestro. Tenerlo tan cercano a Jesús, sentir el palpitar del pecho de Jesús, que se aceleraba en la consagración del pan y del vino –porque es la última cena donde nos deja Jesús el orden del sacerdocio– y el corazón agitado luego de haber lavado los pies de los 12. El corazón agitado también pensando en lo que se venía, con el Viernes Santo. Recordemos que el jueves por la noche es donde Jesús es aprendido después de la Última Cena.
Pero yo quiero que nos detengamos en esto: Juan recostado en el pecho del Maestro.
Que por un instante sintamos también nosotros el latido del corazón de Jesús, el latido del corazón amante de Jesús. El amigo del alma, tan cercano del corazón del alma de Jesús. No en vano Jesús a los pies de la cruz le deja a Juan a su madre. Mujer aquí tienes a tu hijo. Hijo aquí tienes a tu madre.
Había una comunión muy particular entre Jesús y Juan. Dice Santo Tomás de Aquino que Jesús tenía un amor particular por Juan, porque era el más joven, porque era el más inteligente y por ser el más joven era virgen. De hecho no conocemos esposa de Juan y por eso es que le da este regalo de dejarle a María.
Qué bueno es que en este Martes Santo también nosotros nos ubiquemos en el retablo de la última cena, podamos sentir el latido amigo de Jesús y que también nosotros de antemano recibamos a María como madre.
Pero quedémonos en la imaginación con la tibieza y el latido del corazón amante de Jesús.
La Virgen Santísima te siga acompañando en esta Semana Santa, camino de Jesús hacia la Pascua de Resurrección. Bendiciones.