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Por 29 monedas…

Dice el Evangelio de San Mateo, en el capítulo 26, que uno de los doce llamado Judas fue a ver a los Sumos Sacerdotes y preguntó «cuánto me dan si se los entrego», y cerraron en treinta monedas. Pero yo creo que hay un error: son 29, porque 29 son las que le entregaron a Judas, pero hay una que tiene nombre y apellido. Hay una que se llama «padre Héctor Joaquín» y cada uno póngale su nombre.

Y es la moneda de nuestras agachadas; es la moneda de nuestros silencios; es la moneda de nuestras palabras ociosas; es la moneda de nuestras zafadas; es la moneda de nuestra «viveza criolla»; es la moneda de hacerme el distraído; es la moneda de votar al tun tun, total; es la moneda de dar de lo que sobra; es la moneda de la indiferencia; es la moneda de la cobardía; es la moneda del no te metás; es la moneda del no saludar; es la moneda de cada uno solo sabe.

Entonces no fueron 30. Fueron 29. Hay una que sigue dando vuelta y se sigue haciéndose efectiva cada vez que nosotros hacemos una «transacción». Transacción con nuestras palabras, con nuestros gestos, con nuestras cosas. Nuestras «transacciones». Así que fueron 30 pero en realidad fueron 29. La número 30 la tenemos en nuestro poder y la hacemos circular muy a menudo.

La Santísima Virgen de Luján nos acompañe para que haciendo un buen examen de conciencia saquemos esa moneda que lleva nuestro nombre con la cual ponemos precio a la vida del Maestro.

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