Este ser llamado a la plenitud, desde nuestro nacimiento a la vida natural y a la vida sobrenatural, no es algo imposible de alcanzar. Es posible, sin duda, con la ayuda de Dios.
De allí que la persona humana que ha sido plena de gracia es la Virgen Santísima. ¿Qué significa esto? Vamos a imaginarnos que tenemos un pocillo de café, un tazón de desayuno y un jarrón; llenaremos los tres recipientes hasta el borde, entonces se puede decir que los tres están plenos en su capacidad. Pues bien, no podemos decir de otra persona sino solamente de la Santísima Virgen que ha sido plena en su capacidad de gracia. De allí el saludo del Angel: “Bendita tú, porque Dios te ha favorecido”. Plena de gracia, llena de plenitud, plena de Dios.
Y, ¿por qué se diferencia de Jesús? Porque El es la misma gracia.
Y no solamente es verdadero hombre sino fundamentalmente verdadero Dios. Entonces su humanidad es informada de toda la santidad de su divinidad, así como su divinidad en tanto segunda persona es informada por toda la humanidad. La única persona solamente humana que adquiere la plenitud de la Gracia es la Virgen María, por eso la llamamos “mediadora” o “medianera” de todas las gracias.
No por mérito propio, sino en mérito a su hijo Jesús, a la redención de su hijo. Y pura, casta y plena de gracia debía ser aquella que iba a albergar en su seno al hijo de Dios. De allí que San Agustín diga que María Santísima es más plena de gracia, no tanto por haber dado a luz al Salvador sino por haberse hecho esclava de la Palabra de Dios, por haberlo concebido primero en su corazón que en sus entrañas.
Quiera la Virgen Santísima, nuestra Reina y Madre de Luján, acompañarnos para que cada uno de nosotros tendamos cada día más a lo que nos cabe, ya que estamos llamados a ser plenos.