Por Sergio Resquín
Hay una anécdota muy difundida en la política de los partidos patronales que en los cierres de listas parece siempre repetirse. Un grupo de dirigentes de un distrito o de una corriente o agrupación, esperan en un bar a su delegado o dirigente, acaso el más “importante”. La anécdota termina con la llegada de ese dirigente o delegado que dice “nos cagaron a todos, entro yo nada más”.
La anécdota ilustra lo que fue moneda corriente entre los llamados partidos tradicionales, y sus posibles aliados, pero también cómo lo territorial era decidido en las oficinas centrales.
Pero sin embargo en un momento esa transacción sin sustentos éticos o políticos se hizo obscena, en tiempos en que un diputado recién electo por una fuerza se trasladó con sus petates al supuesto bando contrario a poco de terminadas esas elecciones. Un caso que introdujo un neologismo: “borocotización”. Por supuesto que hubo muchos casos antes, pero aun no habíamos inventado la palabra. Ni tampoco la exposición pública del pase de Eduardo Lorenzo Borocoto de las filas macristas al kirchnerismo. Pasaron ya varios años de aquello y si bien aquel libro de pases siempre abierto, que parece ser la política argentina, movió a cierto escándalo, luego quedó en el olvido. Tal vez porque siempre hay un paso más que dar o porque casi todos se empecinan en homenajear a Maquiavelo. Pragmatismo puro.
Pero el cierre de alianzas y confección de listas actual ha sido uno de los episodios de transfugueadas de todos los colores. Obviamente resaltan las roscas de las cuales surgieron las candidaturas presidenciales y sus vices. Candidatos que hasta minutos antes descalificaban al otro pasaron a ser parejas “modelos”. Casi la expresión “Pichetismo” parece haberse comido a “borocotización”. Y por supuesto que engloba al “pase” del gallego Fernández de crítico de Cristina a ser el mascarón de proa de una supuesta moderación “para seducir a los mercados”. No está mal decir que Macri se cristinizó y la señora se macrizó.
No hay duda de que los escrúpulos para estos saltimbanquis de la política son cada vez menos. Como si el hecho de tener principios muy flexibles y adaptables a cualquier situación se hubiera naturalizado, de tal forma que también el asombro se ve reducido. Lo terrible es que este espectáculo decadente puede reforzar en muchos que la política es eso.
El panquequismo y la rosca en el pago chico
No nos alcanzaría el espacio para enumerar transas de todo tipo. Algunas fueron más conocidas que otras pero siempre dejaron heridos.
En los 80 después de la dictadura, en Mercedes a pesar del triunfo de Alfonsín en Nación la hegemonía era de Julio Gioscio. En la 34 y 21 funcionó aun desde antes de la huida de los militares el ateneo “Eva Perón”. Un lugar donde se habían reagrupado los dirigentes de la JP y Montoneros. De activo funcionamiento “El Ateneo” sirvió para que muchos se nuclearan a pensar qué era esto de la política. Los activistas del Eva Perón se presentaron a internas y obviamente fueron derrotados por el caudillo histórico. Pero, pasado un tiempo, la famosa idea del “entrismo” logró hacerse fuerte entre los ex JP: ir a rosquear con Don Julio. De esa rosca emergió una figura que por décadas siguió en el candelero local: Juan Carlos Benítez. Este pasó del Ateneo Eva Perón a ser el secretario privado del intendente e Higinio García Aloísio se convirtió en concejal. Ambos se entregaron rápidamente al gioscismo. El “Negro” luego de la desaparición de su padrino saltó de partido en partido, hasta podría considerarse el fundador del PRO en Mercedes. Por supuesto el Ateneo “Eva Perón” desapareció.
Una rosca inexplicable e indigerible
Por supuesto que la selección de roscas de pago chico es arbitraria. Seguramente varios quedarán afuera, pero a no desesperar porque podemos volver sobre ellas en algún otro momento.
Una muy recordada es la negociación de “Wado” con Zubeldía. El primero diputado nacional ya devenido en candidato a senador y el otro desaparecido de la política actual. Luego de la derrota de Juani contra un prácticamente “muerto político” Carlos Américo Selva, ninguneado por Cristina, que consagró la famosa intendencia paralela en 2011. Tras ese “inexplicable” traspié La Cámpora local incorpora a un saltimbanqui más: Martín Zubeldía. Un sapo muy difícil de digerir por la militancia camporista hace 5 años atrás. El propio Wado debió bajar para evitar una “rebelión en la granja”. Su poder de persuasión debió haber sido por entonces importante, bueno era la línea directa a Cristina y de buena billetera. Pero Zubeldía solo pudo aportar la figura de su esposa Patricia Prenitune, una ignota pero al menos sin el descrédito del doctor. Tal vez Wado quiso mostrar como ahora lo hace Macri y la viuda de Néstor que eran jóvenes más abiertos. En el libro de pases se equivocó feo. Y ni hablar de las fotos de Juan y cía con burócratas sindicales como Carlos Zunino y Jorge Montaldo, de las cuales también se arrepentirían, tiempo después.
El vecinalismo en su laberinto
Si tuviéramos que exponer la miserable experiencia de los llamados vecinalismos, lo de José Cestari y su MIC es lo más cercano en el tiempo. Con un pasaje por la UCR, el ARI y la Coalición Cívica, Cestari convenció a varios de que es posible alambrar metafóricamente la ciudad y abocarse solo a la solución de los problemas de esta. Quedó verificado empíricamente que esto era una zanahoria absolutamente podrida, que duró un tiempo hasta que implosionó cuando trascendió cómo José negociaba con Juani y Badano con el Pro. El MIC se hizo pedazos en la lucha de muchos de sus integrantes por un carrerismo político, que solo los entregó después a engrosar las listas, en su mayoría de Cambiemos en 2015. Pero lo peor, algunos que creyeron en esa experiencia huyeron desencantados de toda participación política.
El panquequismo de cara a las próximas
Es evidente que la naturalización del panquequismo político hace parecer como “normal “que los candidatos sean algo parecido a un jugador de fútbol. Hoy aquí, mañana allá.
¿Se hubieran imaginado tanto Juani y el resto de La Cámpora que años después de lanzar todo tipo de diatribas contra Selva irían en la misma boleta? Seguramente no, pero el pragmatismo todo lo puede, y ahí están otra vez juntos. Tragarse este sapo será para Juani un alivio, de todas formas. La debacle de Cambiemos le allana el camino a su reelección, y un Selva lejos del territorio no deja de ser tranquilizador. Igual sabemos que su estómago es de acero.
En eso hay coherencia provincial. No solo Selva es otro sapo más, también el histórico patotero ex intendente de Merlo Othacehe, viejo conocido por sus vínculos con la “brava” de Deportivo Merlo, que ha sido desde el 83 su brazo violento para amedrentar a cuanto opositor apareciera, o sospechoso de serlo .
Del otro lado de la supuesta grieta lo mismo ¿Qué cara pondrán los radicales integrantes del “partido centenario” cuando visite Mercedes Pichetto, su candidato a vicepresidente? El menemista, duhaldista, kirchnerista devenido en operador de confianza de Macri, para comprar sellos como el de Assef.
Si hilamos más fino seguramente encontraremos en las listas de las alianzas de partidos patronales más de un panqueque que se anima a enlodarse por razones más modestas que otros. Cuatro años de licencia para ir al Consejo Escolar o tan solo porque para algunos la decadencia de la partidocracia tradicional hace pensar que los principios son cosas de otro tiempo. Si ya lo dijo Marx: “Si no les gustan mis principios tengo otros”. Ah, no Carlos, sino Groucho.
SERGIO RESQUIN es Docente. Cofundador de Suteba Mercedes. Ex candidato a intendente por el Partido Obrero.