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La mejor parte

Una de las características propias de todos los pueblos de nuestro país, del interior, y de las provincias en particular, es la hospitalidad. Y esto seguramente nos viene por tanta migración que hay en nuestro país y que nos ha hecho ser necesariamente un país abierto y hospitalario.

Esta hospitalidad no es privativa de estas partes del planeta, sino que la hospitalidad está muy marcada en la sagrada escritura y estaba muy marcada en el pueblo de Israel, como un recuerdo permanente.

Recuerden que fueron peregrinos en el desierto durante 40 años, reciban al huérfano, atiendan a la viuda, reciban al viajero, al que está de paso.

Esto se pone de manifiesto en el texto que se nos invita al reflexionar hoy, que es de Lucas capítulo 10 versículo 38 al 42, el conocido pasaje de la visita de Jesús a la casa de Lázaro, donde se encontraban Marta y María.

Marta parecería ser la mayor de todos los hermanos y se ocupa de todas las cosas. Pero se ocupa en demasía, a punto de que Jesús le dice Marta de muchas cosas te ocupas, mientras que María eligió la mejor parte. Es la parte que no le será quitada.

En nuestra vida podemos tener mucha actividad, oración y un apostolado contemplativo. Pero no existe un verdadero apostolado contemplativo si no se hace una acción profunda, así como no existe una verdadera acción fecunda si no se nutre de una vida de oración.

Podemos hacer sin pensar pero es muy peligroso. Es necesario en nuestras vidas hacer lo que podamos y queramos hacer pero siempre es bueno evaluar, planificar. Esto hace que seamos sensatos. Esto mismo llevado a la oración, la vida cristiana. No existe una vida cristiana si no hay un apostolado que se nutre de una profunda comunión con Jesús.

Que la Virgen Santísima de Luján nos enseñe a ser contemplativos y esa contemplación convertirla en acción. O, dicho de otra manera, que seamos misioneros contemplativos.

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