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Ser sólo por fuera: los «sepulcros blanqueados»

Feliz día hoy a todos los que llevan el nombre de Agustín, ya que recordamos hoy a San Agustín de Hipona.

Y seguimos con el Evangelio de Mateo, tal lo hemos hecho el lunes y martes, hoy miércoles tenemos el capítulo 23, versículos 27 al 32, donde Jesús, de nuevo, comienza Ay de ustedes, escribas y fariseos, porque Jesús les indica que se contentan con “lo de afuera”, con la apariencia, que se contentan con parecer pero son ante los ojos de los hombres una realidad que no tienen en el corazón.

Sin miramientos los llama “sepulcros blanqueados”: muy lindos por fuera pero por dentro llenos de huesos muertos y podredumbre.

Tal vez nuestra vida cristiana sea en muchos casos de apariencia, es decir de todo ordenado hacia afuera pero por dentro resentimientos, o sentimientos sin resolver, perdones no dados, silencios no hechos, palabras de más, y todo se va acumulando en nuestro corazón y nos hace un sepulcro blanqueado.

Para dejar de serlo nos hace falta una conversión. Conversión como la que protagonizó Agustín, en el año 386. El contaba con escasos 32 años y se produce un encuentro que le va a cambiar la vida con San Ambrosio. Le hace un replanteo; había probado todas las religiones y venía buscando la verdad. Era un alma noble y un amante de la verdad, pero con una vida un tanto licenciosa. Hasta que tiene este encuentro con el Señor a partir de las catequesis y las charlas con San Ambrosio, y se produce su conversión. Las lágrimas derramadas por Mónica no han caído en vano, han alcanzado la conversión de su hijo, quien dejará de ser solamente hacia afuera algo bueno y presentable, porque era un gran orador, sino que contará con lo más importante: ya no es más un sepulcro blanqueado porque tiene en su corazón la vida que surge de Cristo gloriosamente resucitado.

Que el ejemplo y la intercesión de Agustín y la ayuda de la Santísima Virgen hagan que en nuestra vida no solamente aparezcamos hacia afuera, sino que nuestra vida de verdad sean las virtudes de Jesús.

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