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Teatro: Pablo Neruda en una versión maravillosa

En el II Festival Internacional de Teatro Mercedes 2019 Olmedo Vive, que reunió elencos de Argentina y América, el destacado actor, escritor y directo chileno, Víctor Soto Rojas, ofreció una magnífica versión de la vida de Pablo Neruda, a través de la recopilación de distintos textos del poeta, tomando como eje central su libro póstumo: “Confieso que he vivido”

Pablo Neruda fue un poeta genial.

Muchos biógrafos han querido caracterizarlo como un “bon vivant” de gustos refinados, perpetuo viajero, coleccionista – ecléctico e impráctico – de objetos estrambóticos con los que vestía sus anárquicas casas, en las que muchas veces fue arquitecto o constructor

Pablo Neruda fue un poeta genial… pero, por sobre todas las cosas, fue un hombre profundamente sensible, comprometido con los pobres, consecuente con sus ideas políticas y amigo de sus amigos hasta el final.

Quienes deseen conocer al verdadero Pablo Neruda, el muchacho provinciano que, desde su Temuco natal llegó a Santiago, deambuló deslumbrado por la gran ciudad y llegó a convertirse en Premio Nobel de Literatura, deben leer, obligatoriamente, el último libro que nos regaló: “Confieso Que he Vivido”

Un título sugerente que muestra en plenitud a un hombre que nació con el nombre de Neftalí Reyes y terminó siendo el poeta más grande de América del Sur del siglo XX.

Neruda sabe que el final se acerca, su fina percepción le dice que debe dejar testimonio de sus vivencias, los miedos, el amor, la ideología, la lucha y sobre todo la vida de un ser que vino a decirnos…

Yo vine aquí para cantar
y para que cantes conmigo.

Víctor Soto Rojas, trajo a Mercedes el recuerdo emocionado de ése Pablo Neruda que descansa en “Confieso que he Vivido” y a través de 50 mágicos minutos nos enseñó a caminar entre recuerdos, dando vida al poeta, a través de una inolvidable interpretación.

El relato comienza por la muerte — ¿el asesinato? – del poeta en la Clínica Santa María de Santiago de Chile, donde por un momento ha quedado solo y alguien le aplica una inyección fatídica.

25 de septiembre de 1973, día aciago para Chile y para América, se muere Pablo, en las calles de su Santiago la sangre corre, hay terror y gritos, su casa de “La Chascona”, en Providencia es arrasada. La cascada de agua que con tanto amor había diseñado, es destruida y se inundan las habitaciones, se queman sus libros… sin embargo, la férrea voluntad de su mujer, Matilde, se impondrá y allí lo velan, sin público ni fotógrafos, solo un puñado de amigos valientes y el dolor de un pueblo que sabe que perdió a “su” poeta y no puede verlo.

Así comienza el relato de Víctor Soto pero el desarrollo no es lineal, o una biografía ordenada en sentido descendente… son pantallazos fugaces, haces de luz que nos muestran un Neruda fragmentado que, a modo de un sutil rompecabezas poético, armamos con este juglar que viene a contarnos una historia apasionante.

De la muerte, sin transición, pasamos a la vida, a Temuco, el lugar de origen que le quita a su madre apenas nace pero le entrega otra, a la que apodará “Mamadre” y siempre llevará consigo.

Luego será el viaje en tren hacia la capital, la primera publicación “Crepusculario”, los “20 Poemas de Amor y una Canción Desesperada”, a través de uno de sus poemas más bellos

Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,
te pareces al mundo en tu actitud de entrega.
Mi cuerpo de labriego salvaje te socava
y hace saltar el hijo del fondo de la tierra.

Y desfilan ante nosotros los viajes, los amigos poetas que conoce: Federico García Lorca, Rafael Alberti, la época feliz de la bohemia pero también el primer enfrentamiento con los tiranos, los asesinos que matan poetas: La Guerra Española del 36, que motiva uno de sus poemas irreemplazables “España en el Corazón” y cambiará definitivamente el curso de su poesía, como un anticipo premonitorio de lo que pasará en su Chile natal, en 1973

(…)
Frente a vosotros he visto la sangre
de España levantarse
para ahogaros en una sola ola
de orgullo y de cuchillos!

Generales
traidores:
mirad mi casa muerta,
mirad España rota:
pero de cada casa muerta sale metal ardiendo
en vez de flores,
pero de cada hueco de España
sale España,
pero de cada niño muerto sale un fusil con ojos,
pero de cada crimen nacen balas
que os hallarán un día el sitio
del corazón.

(…)

Con precisión de orfebre Víctor Soto Rojas, dibuja en una versión bellísima y profunda cada uno de estos acontecimientos y como solo puede hacer un poeta al hablar de otro, nos proyecta, a través de la magia de la palabra, al drama que Neruda sintió en aquella masacre que significó la Guerra Española.

Sin transición regresa a Chile y desgrana el recuerdo de otros poetas muertos ahora por otro dictador, distinto en el tiempo pero idéntico en el mandato: matar al que canta al pueblo, al humilde, al obrero, al campesino y al minero y aparece el recuerdo doloroso de Víctor Jara, el que un día le puso música a los versos de

“Me gustas cuando callas, porque estás como ausente…

Y en el final nos interpela, a través del poeta, preguntándose y preguntándonos si la poesía sirve a los semejantes, si tiene una vida útil o muere y la respuesta suena fuerte, poderosa…

No solo sirve, perdura jamás muere porque siempre está para contar la historia

El espectáculo que este maravilloso artista chileno presentó en Mercedes, no solamente es un inmenso trabajo de estudio y recopilación de Pablo Neruda.

Víctor Soto Rojas se hizo uno con el pensamiento y los latidos del poeta, vivió en carne propia su creación y supo transmitirla de manera increíble a quienes estuvimos presentes en esa mágica función que nos regaló.

Cuando las luces se apagaron y abandonamos la sala, emocionados por la entrega de este gran actor, como una brisa etérea nos seguían por el andén de La Trocha los versos que el poeta escribió un día, como testamento anticipado:

Yo aquí me despido, vuelvo
a mi casa, en mis sueños,
vuelvo a la Patagonia en donde
el viento golpea los establos
y salpica hielo el Océano.
Soy nada más que un poeta: os amo a todos,
ando errante por el mundo que amo:
en mi patria encarcelan mineros
y los soldados mandan a los jueces.
Pero yo amo hasta las raíces
de mi pequeño país frío.
Si tuviera que morir mil veces
allí quiero morir:
si tuviera que nacer mil veces,
allí quiero nacer,
cerca de la araucaria salvaje
del vendaval del viento sur,
de las campanas recién compradas.
Que nadie piense en mí.
Pensemos en toda la tierra,
golpeando con amor en la mesa.
No quiero que vuelva la sangre
a empapar el pan, los frijoles,
la música: quiero que venga
conmigo el minero, la niña,
el abogado, el marinero,
el fabricante de muñecas,
que entremos al cine y salgamos
a beber el vino más rojo.

Yo no vengo a resolver nada.

Yo vine aquí para cantar
y para que cantes conmigo.

¡Gracias Víctor Soto Rojas por acercarnos a un Neruda tan vivo, por tu arte y tu amistad!

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