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El Día de Todos los Santos

Hay dos conmemoraciones que van juntas en el calendario de la Iglesia. Un esa la de este 1 de noviembre, que nos encontramos con la Solemnidad de Todos los Santos, una fiesta muy particular y querida, que se junta con la de mañana y que ese día reflexionaremos.

El Evangelio de hoy es muy conocido y tomado de Mateo, Capítulo 5 versículos 1 al 12, el que es llamado como “de las bienaventuranzas”.

Se nos presenta a Jesús con una multitud y luego dejándonos este bellísimo texto de las bienaventuranzas. Es una hoja de ruita, que yo recomiendo encarecidamente leerlo. En esta hoja de ruta Jesús nos muestra cuál es la vivencia del ser cristiano.

Cuando hablamos de los santos nos imaginamos seres de otra dimensión, pero cuando celebramos todos los santos no queremos dejar afuera a ninguno. Y en esa gran variedad veremos a niños, jóvenes, mujeres, varones, laicos, religiosos, gente muy instruida y sabia, gente sencilla, de la nobleza, del común del pueblo, de todos los ámbitos que encarnaron el mandamiento de Jesús.

Y la Iglesia nos invita a mirar la vida de los santos y lo que inspiró a San Ignacio de Loyola, que era militar, tuvo una herida y debió pasar mucho tiempo convaleciente. Le trajeron para leer libros con vidas de santos y se inspiró. Dijo si ellos pudieron por qué no nosotros.

La fiesta de Todos los Santos es para animarnos a mirar que hicieron esos santos en su vida, y veremos que no hicieron en mayoría de los casos cosas extraordinarias. Como decía Teresita, no es necesario hacer cosas extraordinarias para ser santo, alcanza con hacer cosas ordinarias pero extraordinariamente bien. Cuando lo ordinario es tedioso, pesado, animarme a ponerle la cuota del Evangelio. La santidad pasa por allí.

Es bueno tener a María Santísima como Reina de todos los Santos para que ella nos inspire el deseo de aspirar a amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo por amor a Dios, siguiendo el espíritu de las Bienaventuranzas. Que esto en nuestro tiempo es bienaventurado, como decía Pío XII, que casi nos obliga a ser santos.

En los tiempos que corren tenemos muchas oportunidades para ser caritativos, santos. Tanto que se habla de “la grieta”, ser instrumentos de unidad, de paz, de concordia, manifestando nuestros modos diversos de pensar pero sin broncas, sin odios, sin agresión, sin ofensa, ir achicando la brecha que se ha hecho –según dicen– en nuestro pueblo.

La santidad también pasa por allí, porque Dios anda en nuestras cosas de todos los días

Que nos animemos a inspirarnos a ser sal y luz. A amar a Dios sobre todo y a todos por amor a Dios. Eso es la Santidad.

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