El Evangelio de Lucas capítulo 20 versículos 27 al 40 para este sábado nos sitúa en una discusión que ya hemos reflexionado entre Jesús y los saduceos, que era una secta de la religión judía que negaba la resurrección de los muertos.
Jesús les sale al cruce directamente con la historia del pueblo de Israel. Dice que los muertos van a resucitar y Moisés lo dio a entender cuando habla del Señor y Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob. Y nos deja la enseñanza: “Nuestro Dios no es un Dios de muertos, sino un Dios de vivos”. Todos en efecto viven para El.
Somos hijos de la Resurrección. El primero que resucita y nos abre las puertas y el camino del Cielo es Jesús y es lo que celebramos en la Pascua y cada domingo decimos “anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven señor Jesús”.
Y al ser hijos en el Hijo, al ser redimidos por su preciosa sangre somos hechos hijos de la resurrección, no hijos de la muerte.
Muchas veces estamos muertos espiritualmente, alejados de la Gracia, no estamos respirando sino tragando el aire, no estamos viviendo sino sobreviviendo, no honramos a la vida, solo trascurrimos.
Solamente una vida en Gracia, en Dios, nos hace ser herederos e hijos de la resurrección.
Que en este sábado que la Iglesia celebra a la Virgen Santísima nos recuerde Ella que estamos invitados no solo a una vida terrena sino a la patria del Cielo.