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Falleció el periodista Américo Altavista: Hasta siempre “maestro”

Hace 4 años escribía en este medio un saludo de cumpleaños donde expresaba: “Hoy, 18 de noviembre, este joven “muchacho” del “30”, cumple sus primeros y jóvenes 85 años y hemos tenido la fortuna de que viniera a festejarlos con nosotros, haciendo una semblanza de dos grandes tangueros: Juan Maglio “Pacho” y Osvaldo Fresedo.”

Con un sentimiento muy distinto escribo ésta, en la que tengo que despedirlo, aunque jamás queremos despedir a los que amamos, ésos que sentimos parte de nosotros.

Pero la vida tiene reglas y una de ellas es partir un día. Lo importante es lo que queda, lo que se deja atrás…

La primera vez que lo vi fue a través de la verja del Diario El Oeste. Llevaba una nota que había escrito y él, sonriente y afable, la recibió. Me impresionó su don de gente, su modestia y la bonhomía que irradiaba en cada palabra que pronunciaba.

Marcelo lo conocía y lo quería desde siempre, cuando le llevaba los rollos a revelar y él tenía que entregárselos justo para la edición de la noche, porque en esa época no existían ni el celular ni la computadora: solo la máquina de escribir.

Cuando comenzamos en 2009 con nuestra radio, llegó un día y se quedó, trabajando codo a codo con nosotros. Tuvo su programa “Un Tango para mi Barrio”, llegaba por las mañanas a hablar de política o deportes y cuando me ausentaba me reemplazaba con su calidad indiscutible.

Como toda persona sabia, jamás pronunció una palabra de autoalabanza, jamás nos dijo qué hacer, su ejemplo bastaba para entender qué es el rigor periodístico y la ética.

El amor de toda su vida fue “Señorina” –como el le decía a Lola, su esposa–. Cuántas mañanas los vimos pasar, tomados de la mano como novios, compartiendo cada momento de sus apacibles vidas.

Sus hijos y sus nietos fueron su otra pasión, después de la jubilación cada viaje que emprendían, tenía casi siempre, como destino final, una visita a la familia.

Contar su historia es recorrer los últimos cincuenta años de Mercedes, que lo tuvieron como protagonista en infinidad de momentos gloriosos, no solo del deporte, sino del periodismo en general.

Lo suyo siempre fue la modestia, el bajo perfil, esa chispa inefable de ingenio cómplice que ensayaba con algunos, sobre todo con los que más quería.

Admiraba a la Negra Medina, amaba al Diario “El Oeste”, su segunda casa, apreciaba a la familia Bustos Berrrondo, quería a Adriana –su secretaria– y era el eterno cómplice de Walter, que había elegido su misma profesión.

A pesar de que no lo conocí tanto como otros, no me hizo falta más para sentirlo cercano. Cuando ya no pudo salir tanto, sabía, sin embargo, que nos escuchaba todos los días y nos llamaba por teléfono cuando le dedicábamos tangos de su cantante favorito, Alberto Marino.

Nuestro último contacto fue el saludo por su cumpleaños número 89 y, al despedirse, nos dijo que tenía que venir de visita uno de estos días…

Cuando comience el programa del lunes, será difícil hablar de él sin que la voz se quiebre pero de todos modos, como los que amamos nunca se van, ese programa se lo dedicaremos a él, como otras veces, porque estará escuchando desde un lugar mejor.

¡Gracias, Américo Altavista! por amar esta hermosa profesión y enseñarnos todos los días que la grandeza se construye a través de la humildad

¡¡Hasta siempre…MAESTRO!!

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