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Otra vez los sueños…

Y si. Nuevamente los sueños, y no para luego recurrir a algún librito que diga qué número corresponde y apostarlo, sino estos sueños que parecieran llegar en los momentos importantes de la vida de otro de los personajes de este santo tiempo de la Navidad que es José.

Dice el Evangelio de hoy (Mateo capítulo 2 versículos 13 al 18) «Levántate, toma contigo al Niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al Niño para matarle».

Herodes gobernaba toda esa parte del Imperio en nombre de Roma y cuando los Magos lo visitan para preguntarle donde está el Rey nacido porque vieron el signo y vienen a adorarlo, se dan cuenta que está en peligro porque les dicen vayan ustedes primero y cuando lo encuentren me vuelven a avisar. Los Reyes, también avisados en sueños, vuelven por otro lugar, no pasan por el centro de Jerusalén, lo que enfurece a Herodes y manda a matar a todos los niños menores de dos años.

De allí que hoy sábado 28 celebramos esta fiesta de los Santos Inocentes. Así como Esteban es el primer mártir consciente, sabiendo que entregaba la vida por Jesús, estos niños riegan con su sangre inocente la tierra de Jerusalén al ser confundidos todos con el Mesías, con Jesús.

En algún momento se usó este día para hacer chistes o bromas, pero es momento de pensar en cuántos inocentes caen en la seducción de un embarazo no querido o de un aborto no querido. Cuántos caen por bondad en alguna trampa de las que se llama bicicleta económica o financiera y son engañados en su buena fe. Cuánta inocencia es malograda cuando una vejación adelanta un crecimiento que no se debe. Cuánta inocencia es explotada cuando los niños son mandados a trabajar, a abrir puertas o limpiar vidrios, cuando algún mayor lo vigila y debe entregarle el dinero tal vez para apagar un vicio o no trabajar.

Estos son los Santos Inocentes de nuestros días.

Y es bueno, también en sueños, como José, cuando no entendemos una serie de situaciones de nuestra vida en sociedad que muchas veces tiene estructuras de pecado, animarnos a tomar al Niño que ha nacido y sin muchas certezas hacer lo que debemos hacer, aunque sepamos que esa limosna, ese pan, esa atención, ese cariño, ese dispensar amor al que ha sido vulnerado, no sea más que un paliativo momentáneo. Es lo que podemos hacer por estos inocentes, pero si nos animamos a hacer una denuncia también es bueno hacerlo sabiendo que Dios está con nosotros.

Los Santos Inocentes nos invitan a ser la voz de quienes no tienen voz, a ser la expresión de quienes por alguna situación son vulnerados en sus derechos más elementales.

Que nos animemos a vivir de estos sueños de Dios, como hizo José, que tomemos al Niño y lo hagamos presente donde debamos hacerlo.

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