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“El mundo es más amable de lo que la gente piensa”

Romina sale en una bicicleta prestada y se aleja once kilómetros. Esa es la distancia que tiene que recorrer para tener wifi y decirle a su familia que no hay novedades sobre la ciudadanía. A veces, cuando no hay bici, lo hace caminando. Su familia está en Mercedes, a doce mil kilómetros de Castel Volturno, un pueblo conocido como la cuna de la mafia napolitana, donde Romina Campodónico pasa catorce meses encerrada en el cuartito que alquila.

No encuentra ningún encanto en el pueblo. Las calles y las construcciones están descuidadas, sucias, “detonadas”, dice.

Además es peligroso salir y aunque no lo fuera, no habría dónde. De hecho, no hubiera sido un destino en su viaje de no ser por la necesidad de ampliar su libertad. Una libertad que empezó a gestarse en septiembre del 2016, cuando viajó sola a Aruba de vacaciones, después de haber terminado con su novio.

Allí, en Aruba, conoció a un modelo venezolano que viajaba por todo el mundo y activó en ella el viejo sueño de viajar sin tiempos, de sentir la libertad, de ser una hoja en el viento.

— Había trabajado durante doce años en Buquebus, desde los dieciocho. En ese viaje a Aruba me entero de que a una amiga del trabajo la habían echado y entonces pensé en seguir un año más, ahorrar todo lo que pudiera y después renunciar para irme de viaje. Ya lo tenía decidido. Pero al volver vi que en la empresa ofrecían el retiro voluntario, por el tema de la crisis. Hice el cálculo que me darían más con ese retiro de lo que hubiera podido ahorrar en un año. Entonces renuncié. Hice un curso de Coaching con Ingrid Rivero que me ayudó muchísimo. Después vendí todo lo que tenía y me fui. Tenía un montón de cosas que habíamos comprado con mi novio por el proyecto que teníamos. Vendí todo muy rápido y barato y en abril del 2017 me fui. El primer destino fue Nueva York, un destino que siempre había querido conocer pero que no lo había hecho porque a mi novio no le gustaba.

— ¿Qué te motivó a esa decisión?

— Alguien alguna vez me dijo que estaba cerca del fuego, porque trabajaba en Buquebus. La cuestión es que siempre había viajado. Juntaba plata durante el año solo para viajar. Primero quince días, después veintiuno y después veintiocho, de acuerdo a las vacaciones que iba teniendo. Siempre era muy poco. Entonces me vino la famosa crisis de los treinta…

— Me imagino que de entrada no tuviste mucho apoyo…

— Me decían que estaba loca, que en realidad me estaba escapando. Una chica sola viajando por el mundo, con todos los peligros que hay… encima soy hija única. Ya en ese momento estaba el tema de los femicidios… Pero bueno. Ellos no entendían, y yo los entiendo, no son personas viajadas.

Romina había iniciado el trámite de la ciudadanía en Argentina y decidió continuarlo en Italia porque sería más rápido. No más de tres meses, creyó. Concretar el trámite era también otro modo de cerrar una etapa de su vida. Ya no dependería de casarse con su ex novio, quien ya lo tenía hecho, para poder tener su ciudadanía. Ese papel representaba más de una libertad. De modo que después de recorrer EEUU, Canadá y Japón, viajó rumbo a Italia, para completar lo que faltaba.

— ¿Había mucha planificación o ibas viendo día a día qué hacer?

— Sabía que quería empezar por Nueva York y después Canadá. Y después vas aprendiendo un montón de cosas, en el día a día. Cuando me fui de acá, por ejemplo, me fui con una valija que estaba hecha pelota y un teléfono que era una porquería, donde ni siquiera podía usar el Google Maps. Durante el viaje aprendí a andar liviana. Nunca fui muy consumista pero uno siempre se compra cosas, y en el viaje aprendés a soltar, que no es necesario tantas cosas. En Nueva York tiré la valija y me compré otra en un outlet y cambié el celular. Cuando andás vas conociendo montones de plataformas y aplicaciones que te ayudan a viajar.

— ¿Por ejemplo?

— Hay una plataforma que se llama House Sitting que yo no conocía, donde la gente busca alguien que le cuide la casa mientras se va de vacaciones. En Argentina no funcionaría, pero en Europa es común. Entonces tenés casa sin pagar nada.

El día a día en Castel Volturno es muy crudo. Aunque el trámite en Argentina demore más, allá, al menos, la vida sigue. Uno continúa viviendo en su casa, trabajando, viendo a su familia y a sus amigos. En Castel Volturno, en cambio, el tiempo para Romina no pasa porque ella está allí, exclusivamente, por el trámite. No tiene suficiente plata para andar gastando en el mientras tanto y tiene que permanecer en un pueblo depresivo, donde la gente habla en un dialecto que a veces se acerca al italiano. Romina pasa los días esperando que pasen los días. Intenta dormir lo máximo posible y se levanta cada día esperando tener sueño para volver a dormir.

Cada dos o tres días recorre los once kilómetros para conectarse con el otro mundo y, de paso, descargar algunas películas para alivianar la espera. Mira llover por la ventana y después mira cómo la casa se inunda. Son catorce meses de una rutina agobiante, de vestir la misma ropa y comer a toda hora. Los pocos intentos de hacer gimnasia se frustran casi antes de empezar.

“Volvete”, es el consejo repetido de los seres queridos. Pero ella sabe que ese es el costo de su libertad.

— ¿Fue el momento más crítico del viaje tu estadía en Castel Volturno?

— En Jordania la pasé mal, también. No volvería a medio oriente. Tanto en Egipto como en Jordania los tipos te miran re libidinosos. Un asco. Yo andaba lo más tapada que podía, pero igual. Los hombres te persiguen. Un hombre en Petra me persiguió con un burro, me ofrecía una vuelta en burro, estaba re insistente, me seguía. Me decía que era gratis, y yo no quería saber nada. Para donde yo iba el tipo iba atrás. Yo tranqui porque en ese lugar hay grupitos de turistas por todos lados, pero de pronto empezó a caer el sol y con la última claridad del día vi que todos habían desaparecido y el hombre atrás que me decía cosas. ¡No había ni una luz, un lugar que sólo vive del turismo, que tiene una de las maravillas del mundo como el tesoro de Petra y no había ni una luz! Empecé a caminar cada vez más rápido. El tipo me decía que él era el dueño del lugar y que yo no iba a poder salir de ahí, me insultaba. De repente vi que había luces y fui para allá, pero era un evento privado. Entonces el tipo del evento se puso de acuerdo con el hombre del burro y me querían sacar 100 dólares porque decían que yo me había metido en ese evento que era privado. Escapé como pude y cuando conté en el hostel lo que había pasado me dijeron que no lo podía dejar ahí. Te la hago corta, hice la denuncia y terminé declarando en un juzgado. Horrible.

— ¿Y alguna anécdota de las otras, de las que reconfortan el alma?

— El último día en Nueva York estaba yendo en tren a un outlet alejado de la ciudad para comprarme una valija, como te había dicho, y una señora, al contarle un poco que estaba iniciando un viaje, sacó un rosario de su cartera y me lo regaló, me dijo que me iba a cuidar durante todo el viaje. Todavía lo tengo.

A 152 Km de Castel Volturno, rumbo al Adriático, hay un pueblo ignoto en el que nadie pondría los ojos, salvo Romina Campodónico. El pueblo se llama Lentella y registra –según Wikipedia– 714 habitantes a principios de 2018. En ese pueblo nació su abuelo, y de allí le vendrá la ciudadanía tan ansiada que le dará tanto alas como raíz.

Una vez terminado el asunto Romina se hará su primer y único tatuaje: “Battista”, el nombre de su abuelo.

— Hay mucha gente que te sigue en Instagram ¿Es consecuencia de tus viajes?

— Si. Un día explotó la cuenta –tiene más de trece mil seguidores en su cuenta @viajandoxahi–. Subo fotos y trato de escribir algún relato de cada lugar. Me tomo el tiempo, aunque a veces es complicado por todo lo que tenés que ir organizando día a día. La gente me consulta, las chicas me preguntan por dónde anduve, qué cosa es peligrosa y qué no, me piden consejos.

— ¿Hay algo que viviste que te haya cambiado en tu forma de pensar?

— Si hay algo que aprendí es que el mundo es más amable de lo que la gente piensa.

Después de haber recorrido cuarenta y tres países en tres años, después de hacerse de mil amigos en todo el mundo a quienes les puede dejar la valija si anda de viaje, un día, como Forest Gump, se cansó y decidió parar un poco –solo un poco–, estando en Marruecos.

— En febrero tenía pensado hacer toda Asia. Mirá como son las cosas, ahora estaría allá. Pero en octubre estaba en Marruecos y me sentí cansada. A todos los viajeros les pasa lo mismo. En un momento te cansás y necesitás parar, dormir en tu casa, tener tus cosas de perfumería ordenadas.

— Claro, sobre todo por el tipo de viaje que estabas haciendo…

— Yo podía haber hecho un viaje de cinco meses a todo lujo, pero decidí hacerlo bien económico para estar más tiempo. Y eso implica un montón de cosas que te cansan.

— ¿Por ejemplo?

— Los vuelos más baratos salen a las cinco de la mañana y te pasás noches enteras durmiendo en aeropuertos, comiendo mal y barato. Durante el viaje no te importa y le das para adelante, pero en un momento te cansás de caminar mil kilómetros por día para no pagar el metro, o de comer cualquier cosa, o a veces ni comer. Mi vida era una valija, siempre liviana. Entonces a veces me tenía que poner rayas con flores y bueno… Hay un montón de cosas que ya no te importan, y de eso también aprendés. Ya no necesito tener diez jeans de distintos colores y modelos.

— Si tuvieras que decirle algo a la gente que le gustaría hacer una experiencia como la tuya, ¿Qué le dirías?

— Que no es necesario irse al otro lado del mundo para buscar experiencias distintas, que las cosas no resueltas te las llevás con vos a dónde vayas, siguen ahí. Pero por ahí es distinto llorar en tu casa que arriba del Uritorco, por ejemplo. No sé, al menos ahí estás en contacto con la naturaleza, te llenas de otra energía. Y hay que empezar por donde uno sienta, te podés ir a un pueblito sin salir de la provincia y empezás a conectarte igual con vos mismo.

Hoy, con treinta y tres años, Romina Campodónico regresó de visita a la Argentina y pasa temporalmente la cuarentena en Capital Federal, esperando continuar su vida en Palma de Mallorca, donde está radicada.

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