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Fiesta de Nuestra Señora de Luján: «Podemos estar crucificados pero no vencidos»

Con cambio de manto incluida, la ceremonia de este viernes 8 de mayo junto a la Virgen de Luján, encabezada por Monseñor Jorge Eduardo Scheinig en la Basílica Nacional de Luján, fue más que emotiva.

En un contexto de pandemia de Coronavirus y de templos cerrados, y justamente en el declarado Año Mariano, esta Fiesta de Nuestra Señora de Luján fue seguida por miles de personas pero a trabajar es de las redes sociales y las diversas transmisiones que hubo de ella, ya que en el Santuario se dio algo íntimo e inusitado.

En su Homilía, el Arzobispo de Mercedes – Luján, Jorge Eduardo Scheinig, se preguntó, justamente «¿Quiénes estamos aquí y ahora en la Casa de la Madre de Luján?»: «Físicamente somos muy pocos, pero espiritualmente estamos absolutamente todas y todos. Aquí está el pueblo Argentino, muy especialmente los afectados en este tiempo de pandemia: los enfermos; los familiares de las personas que han fallecido, los que ya han partido, los trabajadores de la salud y todos los que trabajan para que el país tenga vida y los investigadores de la vacuna», indicó Jorge Eduardo. «También están los más pobres, los que más tienen, los ancianos, los que viven en los geriátricos, los que están en la calle, sin casa. Aquí están todos los niños, los de capacidades diferentes, los jóvenes, todas las familias, todas las madres y todos los padres, las mujeres que sufren violencia, los que tiene hambre, los presos, los que están sin trabajo, los que tienen miedo a lo que vendrá. Están todas las provincias, todas las ciudades, los pueblos y los barrios, también los pueblos originarios, las autoridades civiles, los partidos políticos, los empresarios, los movimientos populares, los maestros y docentes, los sindicalistas, la gente del campo, los militares y las fuerzas de seguridad, los veteranos de Malvinas. Están todas las comunidades parroquiales del país, las catequistas, los servidores de nuestras Cáritas, las religiosas, los religiosos, los sacerdotes, los diáconos, los seminaristas y mis hermanos obispos», sostuvo.

»Está mi diócesis de Mercedes-Luján que hoy hace su peregrinación virtual. Aquí están el Negro Manuel, fiel amigo y servidor de la Virgen y el padre Salvaire, que le hizo esta casa a la Virgen. Pedimos por ellos para que prontamente sean proclamados santos. Y muy especialmente, está nuestro querido Papa Francisco, que en esa hermosa carta que nos envió hace unos días nos decía: “Estaré espiritualmente junto a Ustedes, como peregrino espiritual y virtual”. Disculpen la larga lista, quedan muchísimos sin nombrar, pero deseo expresar que todos estamos aquí con la Virgencita, porque es un momento muy delicado de la vida de la Patria y necesitamos estar juntos en el corazón de nuestra Madre, María de Luján. Ella, llena de ternura, siempre, a toda hora y en toda circunstancia nos recibe a todos. Por favor, que nadie se quede afuera de este encuentro familiar», expuso Scheinig.

Y luego de reflexionar sobre la lectura del Evangelio según San Juan, el papel de María como madre de Jesús, su historia como advocación popular argentina y la visión del Papa Francisco, indicó que «el Amor es más fuerte que hasta la misma muerte» y planteó: «Nos toca transitar este tiempo de pandemia y sabemos que lo que viene es muy serio y duro. Nos hará mucho bien recordar permanentemente la fuerza del Amor de Dios y de María. Con su mirada, nuestra Madre de Luján nos transmite lo que Ella recibió de su Hijo, y nos comunica a lo más íntimo del corazón de cada uno y del mismo corazón del pueblo, que es posible volver a nacer de lo Alto; que podemos estar crucificados pero no vencidos; que el sufrimiento vivido en el amor nos une y nos hace solidarios; que la cruz nos deja heridas y marcas, pero que son la identidad de una vida entregada; que el amor paciente nos hace fuertes para luchar las grandes y pequeñas batallas de la vida; que sudar sangre y quedar desfigurados por soportar injusticias, lejos de sacarnos dignidad nos hace limpios de corazón; que el calvario compartido con otros nos humaniza y deja siempre lugar para el perdón. María nos mira y nos da la seguridad de que Dios hace nuevas todas las cosas. Y tanto Amor, nos llena de esperanza».

«Hoy, en tu día, Madre del pueblo Argentino, te pedimos que nos enseñes a transitar este momento tan importante y delicado de la historia de la humanidad con profundos deseos de novedad. Que nos enseñes cómo ser una Nación que aprendiendo del pasado y de este presente tan distinto a todo lo vivido, nos apasionemos por un futuro más humano y más justo para todos tus hijos e hijas. Que nos eduques en un nuevo modo de ser, y de hacer un pueblo más libre, soberano y solidario, cómo hacer para que tantos dolores compartidos lejos de resentirnos y amargarnos nos impulsen a un cambio verdadero y profundo. Como nos dice Francisco en su carta: “Le pediré que nos cuide y -porque soy pecador- le pediré que nos dé la gracia de pedir siempre perdón, de no cansarnos de pedir perdón… porque sabemos que Su Hijo no se cansa de perdonar. Y le haré la promesa de portarme mejor”. Necesitamos, nuestra Madre de Luján, que nos enseñes a vivir de otra manera».

Luego, en otro momento emotivo de su homilia, Scheinig remarcó: «Estoy seguro ­y entiendo que es una certeza que compartimos­ que Nuestra Señora de Luján, como toda madre, vive haciendo infinitas cosas visibles e invisibles para sostenernos como familia, no como un grupo, sino como una familia. Porque el problema no son las diferencias, las discusiones, las ideas y los proyectos distintos, el problema más hondo que tenemos y ojalá no se nos convierta en pandemia, es no poder asumirnos como una gran familia, como una misma comunidad de origen y de destino. Es notable cómo una y otra vez boicoteamos nuestra unidad, nuestro sentido de Nación. Es una mala costumbre. Gracias a Dios, es tan fuerte la presencia de la Virgen de Luján en el corazón de una enorme mayoría de nuestro pueblo, que en Ella, podemos encontrar un motivo de profunda comunión que nos ayude a sentir que estamos juntos en la misma barca. Así nos lo recordaba el Papa Francisco en la bendición Urbi et Orbi del 27 de marzo pasado en una plaza de San Pedro desierta y al mismo tiempo llena: “Nos dimos cuenta de que estábamos todos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos…” Los curas de Villas y Barrios Populares hace poco, en una carta que es de alguna manera un grito de alerta y de esperanza, nos expresaban algo parecido a lo dicho por Francisco: “Los pobres nos enseñan que los tiempos difíciles son para unir y no para que nos sigamos dividiendo” . Hermanas, hermanos, en esta circunstancia concreta que estamos atravesando, deseo invitarlos a mirar a la Virgencita de Luján, nuestra Madre y a dejarnos mirar por Ella. Pidámosle a Ella la fuerza para la vida de todos los días y la valentía para vivir como una Nación que desea renovar su unidad, de tal modo que con osadía, creatividad y una esperanza cierta, podamos superar juntos este tiempo de pandemia y afrontar todos los tiempos que se vienen, que sin duda serán difíciles, arduos y desafiantes. Digamos con nuestro querido Negro Manuel: “Soy de la Virgen nomás”. Nuestra Señora de Luján, ruega por nosotros», concluyó Jorge Eduardo Scheinig, Arzobispo de Mercedes – Luján en el Santuario Basílica Nuestra Señora de Luján.

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